El Génoma Humano y el Supermercado Genético

Peter Singer
Profesor de Bioética en la Universidad de Princeton.

Para que un descubrimiento científico sea anunciado conjuntamente por el presidente de Estados Unidos y el primer ministro del Reino Unido tiene que ser algo especial. El haber completado el “bosquejo” del genoma humano, anunciado el 26 de junio del 2000, es, sin lugar a dudas, un parteaguas científico muy importante; aunque este “maravilloso mapa jamás producido por la humanidad,” como el presidente Clinton lo llamó, no nos dice qué hacen los genes realmente y nada más relevante derivará de ello, por lo menos a corto plazo. Es como si hubiéramos aprendido a leer el alfabeto de un lenguaje extranjero sin entender qué significan la mayoría de las palabras. En algunos años, lo que se ha hecho hasta ahora, será visto simplemente como un paso rumbo a la meta realmente importante, la de entender qué aspectos de la naturaleza humana son controlados por cada gen. Sin embargo, la publicidad ganada por dicho paso puede ser usada para nuestro provecho, pues nos hace estar más alertas en pensar seriamente sobre los tipos de cambios que podrían ocurrir cuando logremos llegar a nuestra meta, en una década o dos.
La línea oficial es, por supuesto, que sabiendo todo sobre el génoma humano, éste nos permitirá descubrir los orígenes de muchas de las principales enfermedades y curarlas de una manera que nunca antes fue posible, no tratando los síntomas, como lo hacemos ahora, sino eliminando la causa verdadera –la falla genética que activa la enfermedad o que le permite controlarnos. Esto será realmente posible para algunas enfermedades. Pero sería ingenuo pensar que nuestros nuevos conocimientos del génoma humano no serán usados para otros fines.
Una indicación de què tipo de uso sería empleado con tales conocimientos puede verse desde los anuncios que han estado apareciendo en los últimos dos años en periódicos estudiantiles de las universidades más prestigiosas de Estados Unidos, ofreciendo hasta $50,000 dólares por un óvulo de una donadora que haya obtenido calificaciones muy altas en exámenes de aptitud académica y que mida 1.70m aproximadamente. A menos de que haya personas ricas realmente ignorantes, esta suma es ofrecida a sabiendas de que el azar de la reproducción natural humana significa que las mujeres altas e inteligentes a veces tienen hijos bajitos y estúpidos. ¿Cuánto estaría dispuesta la gente a pagar por un procedimiento que, al seleccionar embriones, eliminara la lotería genética y asegurara que el hijo tuviera una base genética que propiciara el tener una inteligencia, altura o habilidad atlética superior al promedio, o algún otro rasgo deseado?
Una vez que esto sea técnicamente posible, existirá la presión por prohibirlo, basándose en que esto llevará al resurgimiento de la eugenesia. Pero para la mayoría de los padres, darle a sus hijos el mejor comienzo posible en la vida es extremadamente importante. El deseo de hacerlo vende millones de libros al decirles a los padres cómo ayudar a sus hijos a desarrollar su potencial; ocasiona que las parejas se muden a los suburbios, donde las escuelas son mejores, aún cuando se la tengan que pasar todo el día trabajando y estimula el ahorro para que el niño pueda ir a una buena universidad. Seleccionando los “mejores” genes beneficiará más efectivamente a un niño que cualquiera de estas técnicas. Combinemos la famosa resistencia americana a que el gobierno regule sus vidas con el hecho de que la selección genética sería un camino tan efectivo para tal meta que parece improbable que el Congreso de Estados Unidos lo prohiba, o si lo hace, que la prohibición sea efectiva.
Lo queramos o no, entonces, encaramos un futuro en que la eugenesia será una vez más un problema a tratar. A diferencia de antiguos movimientos eugénicos, sin embargo, no será apoyado por el Estado y no funcionarà por la esterilización de los “inadaptados”, mucho menos por genocidio. Será, en cambio, de la manera como muchos de los cambios ocurren en Estados Unidos, por las preferencias del consumidor en el mercado. Esto es, por supuesto, bastamente preferible que una eugenesia cohersitiva, pero aún así crea muchas inquietudes sobre el futuro de nuestra sociedad. Entre las más alarmantes están: ¿Qué pasará con los que no puedan comprar en el supermercado genético? ¿Sus hijos estarán predestinados a la mediocridad? ¿Será el fin del gran mito americano de la igualdad de oportunidades? Si no queremos que esto ocurra, tendremos que empezar a pensar desde ahora lo que podremos hacer sobre esto.

*Free Inquiry. Vol. 21, No. 1. Invierno 2000-2001
Traducción del inglés: Mario Méndez López

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