Coloquio "ciudad móvil y calidad de vida"

Por Jesus Carlos Soto Morfín y Patricia Karenina Casarín

Antes de planear un sistema de transporte, hay que preguntarnos ¿Qué ciudad queremos?: Enrique Peñalosa

El martes 22 de abril del 2008 se llevó a cabo el coloquio “Ciudad móvil y calidad de vida” en el Auditorio Adalberto Navarro del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades de la U de G. El presídium estaba formado por Enrique Peñalosa, ex alcalde de Bogotá, actual asesor en políticas urbanas y ambientales; Mario Silva presidente del Colectivo Ecologista de Jalisco; José Palacios, presidente del grupo Guadalajara 2020; Diego Monráz presidente del SITEUR y Étienne Von Bertrab miembro de Ciudad para Todos.

“Felicidad, de eso se trata desde que nos levantamos… y para ello no se puede olvidar como ingrediente muy importante, la vivencia urbana que se tiene día con día”. Así inició su discurso el ex alcalde de Bogotá Enrique Peñalosa, “hoy un ciudadano más” como el mismo se declara y señalando que “Bogotá no es un caso ejemplar y [que] no vengo a hablar de ello”, reflexionó sobre la problemática urbana más allá de la mera planificación especializada. Y es que diseñar una buena ciudad no se hace mediante la vía demostrativa, sino mediante el arte de buscar aquello con lo que uno se siente mejor, señala. “Si tuviéramos una varita mágica, ¿Qué haríamos con ella? quizá mezclaríamos zonas residenciales con zonas populares, ampliaríamos las banquetas, reduciríamos la altura de los edificios…esa varita mágica” explicó “se llama tiempo. Las iglesias Góticas se tomaban alrededor de 300 años en construirse, no deberíamos resistirnos a planear a muy largo plazo nuestras ciudades”.

¿Cómo es una ciudad democrática? Peñalosa asegura que para ello es necesario hablar de igualdad ya que para muchos si el comunismo ha fracasado, el sistema actual se convierte en la única fórmula posible. “El capitalismo genera desigualdad y es paradoja para nuestra cultura occidental que nació del concepto de igualdad” recalcó. Los derechos políticos, socioeconómicos los planteó en dos tipos:
1) todos los ciudadanos son iguales ante la ley es decir, el interés general es prioritario al interés particular. “De ello deberíamos concluir, para una buena política urbana, que se debe privilegiar en el espacio vial (que es público) el transporte público antes que el privado”.
2) La igualdad en la calidad de vida. Como ejemplo describió que todos los niños deberían tener las mismas posibilidades de acceso a distintos bienes como “lo verde” que se está perdiendo, “dentro de 30 años no podremos tumbar 30 hectáreas de ciudad para crear parques, el siglo XX pasará a la historia como el siglo del desastre urbano” detalló.
En la antigüedad toda calle era peatonal, mientras que el carro sólo tiene 80 años y utiliza un espacio público que no todos compartimos. La tierra, vista como una sola nave, nos inspira estar y apropiarnos de cualquier lugar, pero Peñalosa refutó “México no es de ustedes sino de la propiedad privada ya que en otros lugares es posible acampar por 3 o 4 días en propiedad privada sin pedir permiso”.

“El único acceso real (común) es el espacio público peatonal al que hay que prestarle mucha atención [pero] antes de planear un sistema de transporte, hay que preguntarse ¿qué ciudad queremos? y aún antes ¿cómo queremos vivir? La organización del transporte no es un tema de la ingeniería, sino un asunto de elección vital. Antes, hacer ciudades desparramadas tenía su lógica cuando el petróleo era muy barato, pero ahora es absurdo, nos gastamos todo en combustible” exclamó.

Pero ¿qué es una buena ciudad? Preguntó Peñalosa. “Primero, una en la que se pueda estar con gente -comercios, viviendas, trabajo, todo junto o próximo- en la calle. Segundo, caminar -andar en bicicleta es una manera más eficiente de caminar- si una ciudad te obliga a comprar el pan en auto, tiene un mal diseño. Tercero, no sentirse inferior. La calle es un lugar de encuentro entre ricos y pobres, mediante actos culturales, bibliotecas públicas”. El conflicto por el espacio público entre carros, bicis y peatones nos debería hacer reflexionar ¿Qué tanto asignamos a cada quién? ya que los autos veloces producen una ciudad desagradable, las vías rápidas nos encierran y hay más atropellados.

Los automóviles son algo muy reciente en la vida humana y todo ser humano importa aunque no tenga carro pero seguimos haciendo estudios de impacto ambiental, “¿y los de impacto humano?” cuestionó. “¿Es la discusión del espacio público una frivolidad entre tanto crimen y violencia? El tiempo libre hace la diferencia en la vida: mientras el rico puede ir a su residencia con grandes espacios y seguridad, el pobre tiene que irse a una casa muy pequeña y sólo tiene el espacio público, el cual es el mínimo de democracia para los ciudadanos. La ciudad civilizada, actualmente puede ser reconocida por sus espacios peatonales, los cuales demuestran la valoración de la vida humana como sagrada”.

En Bogotá, Peñalosa contó que fue necesaria una campaña mediática fuerte para convencer a los comerciantes que demandaban el acceso de los autos “casi hasta el interior de las tiendas”. Describió que uno de los principales problemas a enfrentar es la invasión de espacios peatonales con autos. Por otro lado, el estacionamiento sobre las superficies (a diferencia del subterráneo o el vertical) es otro gran problema urbano que el gobierno no tiene la obligación de resolver porque que no existe el derecho al estacionamiento, “pero sí debe una seguridad al peatón” aclara Peñalosa. Por otro lado, “el transporte no se resuelve construyendo más carreteras ya que empeora más y no es sostenible; la movilidad no se resuelve con dinero, sino con un cambio en nuestra manera de vivir”. En una ciudad avanzada la pregunta es “cómo reducir el uso del carro” y en una ciudad en desarrollo es “cómo facilitar el uso del carro”.

“Hay verdades contra-intuitivas”, como por ejemplo, cuando se observa un embotellamiento y se piensa que creando otras vías se solucionará el problema. Esto no sucede porque “hacer más espacio para los carros implica que haya más carros y si hay menos espacio para ellos habrá menos”. Hay que buscar una Guadalajara más compacta, pues la densidad es una estrategia efectiva de movilidad, donde el aumento de la densidad debe ir de la mano de la creación de rutas para bici y peatón. Dicha densidad no solo posibilita un menor impacto ambiental (a diferencia de las ciudades “desparramadas”) sino la convivencia entre ciudadanos y la creación de democracia. A la vez, la alta densidad ayuda a disminuir el uso del automóvil, pues a medida que aumente la dificultad de emplearlo (mediante subsidios del automovilista al transporte, zonas para peatón, pocas rutas para auto), incrementará la necesidad del empleo del transporte público.

Enrique Peñalosa concluyó “Una buena ciudad es aquella donde un niño en triciclo o bici puede circular e ir de un lado a otro con total seguridad”.

Al finalizar Enrique Peñalosa, Mario Silva del Colectivo Ecologista de Jalisco recalcó la importancia de la discusión pública sobre el uso del automóvil. Calificó las propuestas de Peñalosa como revolucionarias y vanguardistas, siendo él (Peñalosa) atrevido al no temer la discusión. Por otro lado subrayó que casi nunca hablamos de los niños, quienes no son reconocidos como ciudadanos, ni como personas y por todos los ciudadanos debemos preguntarnos ¿Qué Guadalajara queremos? “El ser humano es también una especie en peligro de extinción, la ciudad es su medio actual, su nicho ecológico” y por ello, la realidad de este nicho determina nuestro desarrollo personal y se necesita una ciudad que quiera participar en su propia construcción, con información.

Continuando con el panel Étienne Von Bertrab de Ciudad para Todos citó a Eduardo Galeano, quien describía el actual estado en la urbe declarando “la gente está prohibida en las ciudades”. Es necesaria una crítica al modelo actual de gobierno, quien ejecuta acciones aisladas sin una visión integral. El ejemplo de Bogotá es el de un gobierno con acciones concertadas. En Guadalajara, campañas como la de compartir el auto (SEMADES) o la construcción de viaductos, son grandes fracasos pues no resuelven nada, como las grandes autopistas, intervenciones difíciles de borrar. Étienne aseguró que en Guadalajara reconocemos unos ciudadanos sobre otros y en Jalisco sucede que hay un gran desprecio por la ciudadanía por parte de los funcionarios, quienes no utilizando los bienes públicos comúnmente como los habitantes en general (escuelas públicas, transporte, etc.) los desconocen y deciden sobre ellos.
Sin el diálogo no sucede nada y la ciudadanía es abandonada en la toma de decisiones como con los 400,000 millones regalados por el gobierno, en contraste con gente muriendo de cáncer en el Salto esperando la intervención y solución sin que nada pase desde hace 30 años. Habría que admirar que en Colombia la voluntad política de transformación fue más allá de la situación de guerra que se vive, optando por una visión integradora y no por sistemas desconectados entre sí; concluyó Von Bertrab.

Finalmente, Diego Monrráz manifestó que “no hay que colombizar GDL”, sino que “se trata de mejorar por momentos” la situación actual. Señaló que la actitud del ciudadano cambia según el medio, por ejemplo, del tren ligero al camión donde se riñe con el chofer. También explicó que “no estamos en contra de los vehículos pero sí reconocemos un desequilibrio” y habría que favorecer otros medios de transporte, porque nuestro sistema de movilidad actual está caduco y obsoleto y al exigir cambios desde la ciudadanía, el gobierno tiene que hacerlos con la justa participación ciudadana.

Cambio climático: ¿la nueva religión?

(Artículo publicado originalmente en el diario El País)

CARMEN PÉREZ-LANZAC 14/02/2008

El cambio climático ha movilizado a científicos que lo estudian, a ingenieros que buscan soluciones tecnológicas y a economistas que las miden. Y empieza a atrapar también una dimensión espiritual que lo está convirtiendo, en opinión de algunos, en la nueva religión del siglo XXI. Una nueva espiritualidad ecológica. El lenguaje mesiánico y los instrumentos casi religiosos que se utilizan rompen los esquemas discursivos y calan en una opinión pública más escéptica ante causas del pasado.

A finales de octubre del año pasado, Al Gore desembarcó en Sevilla para hablar de su movimiento contra el cambio climático, el Proyecto Clima. Gore, de 59 años, se subió al estrado y por enésima vez interpretó con entusiasmo el discurso que viene repitiendo desde hace ya varios años. Ese día, alguien le preguntó: "¿Cómo es usted capaz de repetir lo mismo una y otra vez?" "Porque soy un hombre con un sentido de misión, por eso puedo decir las mismas cosas sin perder la fuerza, la ilusión. Porque llevo un mensaje en el que creo apasionadamente", contestó.

En su afán por llegar al interlocutor, Gore, que es profundamente religioso, usa frases como "A Noé se le dijo que salvase las especies vivas y ello hoy sigue siendo nuestra obligación". Y antes de aleccionar a los embajadores o discípulos que forman parte de su movimiento, 1.700 por todo el planeta, les pide una "conexión espiritual".

"La estructura que Al Gore ha organizado resulta casi religiosa, con discípulos que transmiten la buena nueva, como Jesucristo", reflexiona el biólogo Miguel Delibes de Castro. "Los científicos solemos insistir en que hay que racionalizar los problemas, pero lo cierto es que es más vendible el mensaje emocional, sobre todo si implica a fuerzas superiores a nosotros. Ayuda a que la gente se mueva por algo que debe resultar parecido al sentir de la tribu antes ese dios mágico. A mí no me gusta esta forma de funcionar. Al Gore se considera un hombre con una misión, y yo de Mesías tengo más bien poco. Yo aviso de que algo está pasando y es la sociedad quién debe decidir qué hay que hacer. Sin embargo, soy mucho menos eficaz. Al Gore ha vuelto a demostrar que moviliza mucho más algo parecido a la fe que la racionalidad".

El de Al Gore es el ejemplo más visible, pero no el único. Frases como "Hay que salvar el planeta", "Tenemos una misión", "la culpa es del hombre (¿el pecador?)", "llega el cambio climático" (¿el castigo?), ya no suenan tan raras. "El mensaje ecologista con componentes religiosos ha calado mucho", dice Miguel Ferrer, biólogo y presidente de la Fundación Migres. "Las corrientes ecologistas integristas tienen muchas características comunes con escuelas basadas en creencias religiosas. Cada vez se oye más el discurso según el cual el hombre es el ser malvado que provoca destrucción y debe ser expulsado de los últimos paraísos".

Sin embargo, la conexión entre ecología y religión no resulta tan extraña si tenemos en cuenta el concepto del prójimo, como apunta Víctor Viñuales, director de la Fundación Ecología y Desarrollo: "Casi todas las religiones tienen en el centro la idea del prójimo. Y si ampliamos el concepto, ¿quién es tu próximo? Hoy sabemos que en un mundo global las consecuencias de lo que hacemos aquí y ahora, afectan a los que están lejos, tanto en el espacio como en el tiempo. Si construimos una presa en un paraje espectacular, nuestros bisnietos y las generaciones venideras no podrán disfrutarlo. No sólo eso, también afectará a otros seres vivos que se están extinguiendo de manera masiva. Visto de este modo, hay una conexión muy clara entre religión y sostenibilidad".

Uno de los 200 embajadores de Al Gore es Juan Negrillo. Se conocieron hace años, durante una de las visitas del candidato frustrado a la presidencia de Estados Unidos a la Campus Party, el evento de entretenimiento electrónico que reúne a más de 8.000 jóvenes en Valencia a finales de julio y del que Negrillo es organizador. Éste recuerda que ya entonces Gore aprovechaba cualquier ocasión, como una cena entre amigos, para ensayar su discurso, el mismo que hace de hilo conductor de su documental Una verdad incómoda. Fue entonces cuando el malagueño se enganchó a la misión del Nobel de la Paz. Preguntado sobre la conexión entre su discurso y el sentir religioso, Negrillo reflexiona: "Todas las religiones hunden sus raíces en la fe, y en ese sentido se puede confundir el mensaje ecologista y de defensa del clima con uno religioso, porque como no podemos tocar, oler, pesar o ver el CO2 y es casi una cuestión de fe en la comunidad científica".

La explicación suena sensata. Aunque también puede que se trate simplemente de una cuestión lingüística, como apunta el filósofo Jesús Mosterín: "Este lenguaje aplicado a la ecología es simplemente metafórico. Frases como el castigo del cambio climático... Son palabras sin sentido literal, como cuando decimos de una chica rubia que tiene los cabellos de oro. Lo que sí es cierto es que la vida es un fenómeno tan raro y fascinante que entiendo que mucha gente piense que es una misión preservarla. Pero no lo es porque nos lo ordene una autoridad externa. Einstein decía que él no creía en un dios, pero que se sentía profundamente religioso porque se sentía identificado con el universo".

El coqueteo entre ecologismo y espiritualidad, no es nuevo. 1966 fue una fecha clave. Ese año se publicó Ciencia y supervivencia, de Barry Commoner, uno de los libros fundacionales de las corrientes ecológicas o ambientales con inspiración más o menos religiosa. "La segunda mitad del siglo XX contempló el auge de múltiples movimientos religiosos, espirituales y espiritistas, caracterizados por ser una mezcla de elementos diversos", explica el filósofo José Antonio Marina. "Uno de ellos prolongó el fervor ecológico de los últimos decenios. Para mí, lo importante son los factores que se unieron en esa espiritualización ecológica. Nació posiblemente del movimiento hippy, de su vuelta a la naturaleza, se unió con un cierto panteísmo, por entonces de moda, que se volvía hacia la Tierra como un ser vivo, con el que se establecía una relación mística. Se admiró la relación con la naturaleza de las antiguas culturas, la Pacha Mama, el respeto de las tribus americanas".

"La hipótesis Gaia, de Lovelock, colaboró, considerando a la Tierra como un ser vivo al que hay que respetar", añade Marina. "Teorías como la Deep Ecology exaltaron el valor del mundo vegetal, hasta el punto de comparar la tala de un bosque con el asesinato de judíos en un campo de concentración. A todo esto, se unió el interés por la ética ecológica, que llamaba la atención sobre la necesidad de cuidar la naturaleza. Y también la influencia de religiones orientales, como un budismo light, que defiende la compasión universal por todos los seres. La espiritualidad ecológica es un cesto hecho con muchos mimbres".

El autor más famoso de estas corrientes es James Lovelock y su libro Gaia, una nueva visión de la vida sobre la Tierra, en la que desarrolla la idea de que la Tierra es un gran organismo vivo, una idea que tiene algo de religioso porque se basa en una intuición que desborda la razón científica. "Cuando se publicó, a mediados de los setenta, hubo un fuerte rechazo, pero ahora es muy aceptado", dice Jorge Riechmann, profesor de filosofía moral y vicepresidente de Científicos por el Medio Ambiente. "No es tan raro que haya cierto intercambio entre pensamiento religioso y ecológico", continúa. "Todas las grandes religiones comparten un sentimiento de conexión universal con el cosmos, de inmersión con el todo".

Pero, ¿qué piensan los ecologistas de todo esto? La mayoría no ve puntos en común ni le gusta la idea. "Mi sensación es que no existe ninguna conexión entre ecología y religión. El planteamiento es radicalmente diferente y el mensaje mayoritario no es el de que tenemos una misión", dice Yayo Herrero, coordinadora estatal de Ecologistas En Acción.

"No se trata de una cuestión de religiosidad, sino de valores", dice Juan López de Uralde, director ejecutivo de Greenpeace España. "Yo me siento parte de un movimiento social, ciudadano, que trata de introducir en nuestra escala de valores cosas que no se tenían en consideración, como el respeto al planeta, y que debe formar parte del conjunto de valores en los que nos movemos. Y esos valores se encuentran tanto en una persona laica como en una religiosa. No son incompatibles. Hay una cierta utilización torticera del lenguaje en todo esto y mucho en el sentido peyorativo, cuando la auténtica realidad es que si a algo le rinde pleitesía la sociedad es al consumismo y al petróleo".

Este mismo argumento también viene a la cabeza de Herrero: "El crecimiento económico sí que se ha convertido en una religión. La sociedad occidental y en el proceso de la globalización, la finalidad que ha adquirido casi tintes religiosos es la obtención de beneficios económicos a costa de casi todo"

Lo curioso del debate es que, con contadas excepciones, las grandes religiones no han prestado apenas atención a la ecología. "Es llamativo, pero no hay una postura oficial contundente", apunta Miguel Ferrer. "Para la religión católica la familia parece estar mucho más en riesgo que el propio planeta". Puede que a partir de ahora esto cambie. En un hecho sin precedentes, durante el tradicional mensaje de Navidad, pronunciado desde el balcón central de la basílica de San Pedro del Vaticano, el papa Ratzinger hizo una discreta alusión al problema del cambio climático. Dijo: "En el mundo crece cada vez más el número de emigrantes, refugiados y deportados, también por causa de frecuentes calamidades naturales, como consecuencia a veces de preocupantes desequilibrios ambientales".

Preocupantes desequilibrios ambientales. Toda una novedad dentro de los habituales discursos papales. Como también lo es el hecho de que el Vaticano haya decidido plantar un bosque en Hungría para compensar o neutralizar sus emisiones de CO2, al igual que muchas grandes empresas. Tanto unos como otros, ¿lo hacen movidos por un sentimiento auténtico de respeto al planeta o como una forma de publicidad?

Juan Negrillo insiste en que, aunque no se puede confundir ecología con religión, tampoco se debe dejar de lado el trasfondo filosófico que subyace detrás de los cambios que deberíamos afrontar para frenar el calentamiento del planeta. Para apoyar su argumento, Negrillo pone de ejemplo un relato que tiene toques de fábula: "Un día, un científico del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (formado por más de 2.000 expertos) me contó una historia que me parece que viene muy al caso. Me dijo que cuando el panel empezó a reunirse, hace ya unos 20 años, había en el grupo un anciano científico japonés que en una de las reuniones intervino y dijo 'los científicos hemos constatado que existe un problema de emisiones, pero no lo podemos resolver. Puesto que el CO2 lo producen las máquinas, tendremos que llamar a los ingenieros. Estos, a su vez, dirán que existe la tecnología necesaria para solucionar el problema, pero que cuesta dinero, así que se llamará a los economistas. Los economistas harán sus cálculos y dirán que, para conseguirlo, habrá que cambiar nuestro actual modelo social basado en el transporte, el derroche energético... así que se llamará a los sociólogos. Éstos, a su vez, dirán que es un problema de escala de valores que ellos no pueden resolver, así que se acudirá a los filósofos para que nos digan qué valores deberíamos poner nuestro empeño e interés".

Muchos de los puntos que anunciaba este anciano sabio se han ido cumpliendo. Los ingenieros llevan años estudiando alternativas. En 2006, el economista Nicholas Stern calculó el impacto del calentamiento global sobre la economía mundial. Que nuestro modelo social falla, ya lo hemos asumido. Puede que le esté llegando al turno a los cuestionamientos filosóficos, y de ahí que ecología y espiritualidad parezcan ahora más cerca que nunca.

Los versos de Sabina.

”No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió”…

“Los besos que perdí, por no saber decir: “te necesito”.”

“cuando de ella y de mi queden solo estos versos ”

“Sabes mejor que yo que hasta los huesos solo calan los besos que no has dado, los labios del pecado…”

“Antes de que me quieras como se quiere a un gato me largo con cualquiera que se parezca a ti”

“Tú que eras un maestro en el difícil arte de no mojarte bajo un chaparrón”

“En la fatua Nueva York, da más sombra que los limoneros la estatua de la libertad”

“cantar, es disparar contra el olvido; vivir sin ti, es dormir en la estación”

“Puedo ponerme digno y decir: Toma mi dirección, cuando te hartes de amores baratos de un rato… me llamas.”

¿donde esta la canción que me hiciste cuando eras poeta? terminaba tan triste que nunca la pude empezar.

No le cierres la ventana a la aurora que rompe el cristal que el ahora es el principio del final.

Prefiero la guerra contigo, al invierno sin ti.

Era un individuo de esos se se callan por no hacer ruido, perdedor asiduo de tantas batallas que gana el olvido.

Recuperar de nuevo los nombres de las cosas, llamarle pan al pan, vino llamarle al vino, al sobaco…sobaco, miserable al destino. Y al que mata llamarle, de una vez asesino.

“Y el sol es una lágrima en un ojo que no sabe llorar”

Hasta las suelas de mis zapatos te echan de menos.

Ya no sueña aquel niño que soñó que escribía, corazón de María no me dejes así.

No soy yo, ni tu, ni nadie. Son los dedos miserables que le dan cuerda a mi reloj.

No me gusta invertir en quimeras, me han traído hasta aquí tus caderas, no tu corazón.

“por decir lo que pienso, sin pensar lo que digo, mas de un beso me dieron y mas de un bofetón”

“este pez ya no muere por tu boca, este loco se va con otra loca, estos ojos no lloran mas por ti”

“¿Y qué decir del crítico que, indignado, me acusa de jugar demasiado a la ruleta rusa? Si no hubiera arriesgado, seguro me acusaría de quedarme colgado en Calle Melancolía, y eso sí que no…”

“cuando al punto final de los finales no le siguen dos puntos suspensivos…”

“de nadie son los besos de los labios del mar”

…” Puedo ponerme cursi y decir: que tus labios me saben igual, que los labios que beso en mis sueños…”

…y la sangre al galope por mis venas y una nube de arena dentro del corazón, y esta racha de amor sin apetito…

En Comala comprendí que al lugar donde haz sido feliz no debieras tratar de volver.

Ya no cierro los bares, ni hago tantos excesos, Cada vez son mas tristes, las canciones de amor.

¨se arroparon con la sensatez del desvarío tuyo y mio¨

“Había futuro en las pupilas hambrientas de los hombres maduros”

“…lo peor del amor es cuando pasa”

“…lo bueno de los años es que curan heridas, lo malo de los besos es que crean adicción.!!

“Aunque siga muriéndome por ti, me iré con la primera que me quiera…”

“Cuelgate de quien te quiera, no te mueras más que por amor…”

“Cambio mis arrugas por tu acné”

“a quien puede importarle después de muerto que uno tenga sus vicios”

“¿porque invertir en latas de sopa boba? es como barnizar el propio ataúd”

“El agua apaga el fuego y al ardor los años”

“La noche que perdiste el miedo al miedo fue tan corta que dura todavía”

la buena reputación es conveniente dejarla caer a los pies de la cama , hoy tienes una ocasión de demostrar que eres una mujer además de una dama …

no te pierdas si te grito pierdete

que los sueños sean mentiras de verdad

esta forma tan cobarde de no decirnos que no. Este contigo, este sin ti tan amargo.

la llamará mañana hoy se me hizo tarde, esta forma tan cobarde de no decirnos que no.

el asesino sabe mas de amor que el poeta.

“…Cuando la cuidad pinte sus labios de neón, subirás a mi caballo de cartón.. me podrán robar tus días, tus noches no”

“Cada semana, muere un verano…”

“Más raro fue aquel verano, que no paró de nevar…”

y morirme contigo si ti matas, y matarme contigo si te mueres, porque el amor cuando no muere mata, porque amores que matan, nunca mueren.

lo que se del olvido lo aprendí de la luna, lo que se del pecado lo tuve que buscar. (como un ladrón debajo de la falda de alguna, de cuyo nombre ahora no me puedo acordar)

..Pruebame dijo el veneno, ámame como odian los amantes…

“Ella le pidió que la llevara al fin del mundo, él puso a su nombre todas las olas del mar.”

..En asuntos de amor, siempre pierde el mejor..

..”En mi casa no hay nada prohibido, pero no vayas a enamorarte, con el alba tendrás que marcharte, para no volver, olvidando que me has conocido, que una vez estuviste en mi cama..”

Y decían que era amor la soledad que compartían un día sí, cuarenta no y Dorremí se lo creía.

Era tan sabio que para hacer poesía sólo tenia que mover los labios…

si alguna vez he dado mas de lo que tengo, me han dado algunas veces mas de lo que doy ¨

¨bajo el sol que me apuñala vivo sin patria ni dueño, como el aire lo regalan y el alma nunca la empeño, con las sobras de mi sueños me sobra para comer¨…

¨Por las autopistas de la libertad nadie se atreve a conducir sin cadenas¨…

“Con ella descubrí que hay amores eternos que duran lo que dura un corto invierno”

“Ayer quiso matarme la mujer de mi vida: apretaba el gatillo cuando se despertó”

“¿Y cómo huir cuando no quedan islas para naufragar?…”

“El zaguán donde te desnudé sin quitarte la ropa”

“Y, aunque sé que no era la más guapa del mundo, juro que era más guapa que cualquiera.”

“Apenas llegó, se instaló para siempre en mi vida. No hay nada mejor que encontrar un amor a medida…”

“Confundí con estrellas las luces de neón”

**Todas las frases tomadas de canciones de Joaquin Sabina.**

La actitud científica contra la anticiencia y la pseudociencia.

Por: Paul Kurtz1
Traducido por: M.A. Paz y Miño

Ha habido un conflicto que ha prevalecido por largo tiempo en la historia de la cultura entre la ciencia y la religión, la razón y la pasión. Los teólogos han argüido incesantemente que hay "límites" para la investigación científica y ésta no puede penetrar "el reino transcendental"; los poetas han despreciado la lógica deductiva y el método experimental, los cuales sostienen quitan a las experiencias de sus cualidades sensitivas. La controversia actual entre las dos culturas de la ciencia y las humanidades es por eso familiar.

A pesar de la crítica clásica, la empresa científica ha tenido un significativo progreso en las pasados tres siglos, resolviendo problemas que estaban supuestamente más allá del alcance de su metodología; y la revolución científica que empezó primero en las ciencias naturales, se ha extendido a las ciencias biológicas, sociales y conductuales, con enormes beneficios para con el logro de la educación universal la visión científica eventualmente triunfará y emancipará la humanidad de la superstición. Se pensó que el progreso era correlativo con el crecimiento de la ciencia.

La confianza en la ciencia, sin embargo ha sido malamente estremecida en los últimos años. Aún las sociedades supuestamente avanzadas están inundadas por los cultos de la sin razón y otras formas de insensatez. A principios de este siglo fuimos testigos del surgimiento de cultos ideológicos fanáticos tales como el nazismo y el stalinismo.

Actualmente, las sociedades democráticas occidentales están siendo barridas por otras formas de irracionalismo, con frecuencia marcadamente anticientíficas y pseudocientíficas en carácter. Hay varias manifestaciones de este nuevo asalto a la razón.

Una buena ilustración de esta tendencia es el aumento de la astrología, pero sólo la punta del iceberg. Porque si uno hace encuestas sobre el estado actual de las creencias, uno encuentra que gran número de gente está lista aparentemente para creer en una amplia variedad de cosas, aunque atroces, sin pruebas suficientes. Aún un catálogo al azar de algunos de los cultos y gurúes bizarros ilustran el punto: la consciencia de Krishna, el Maharaj Ji, Aikido, el Maharishi Mahesh Yogi y formas diversas de la meditación trascendental, la Iglesia de la Unificación, el Proceso, los Gurjievianos, el Zen, Arica, los Hijos de Dios y el I-Ching. Desde el punto de vista del escéptico y el humanista científico, estos cultos no son más irracionales que los grupos religiosos ortodoxos. ¿Por qué son las prédicas del más último de los gurúes, más insensatas que una deidad muerta y resucitada, la visita del ángel Gabriel a Mahoma, José Smith y su viaje occidental, Mary Baker Eddy y la Ciencia Cristiana, la Teosofía, los Rosacruces, o la canonización de santos por supuestos milagros? Las religiones tradicionales violentan la credulidad tanto o más que las más nuevas y exóticas religiones importadas del Asia, pero los primeros han estado rondando más tiempo y son considerados parte del sistema social establecido. Lo que es aparente es la tenaz resistencia de las creencias irracionales a través de la historia hasta el presente día -y a pesar de la revolución científica-.

Tomemos el fenómeno de las "nuevas brujas", como Marcello Truzzi las ha llamado, y el reavivamiento del interés en el exorcismo. Sólo unos pocos años atrás habría sido raro haber encontrado algún estudiante universitario que creyera en las brujas. Aún hoy, la creencia en una multitud de brujas y demonios, aún el diablo, ha llegado a estar de moda en algunos círculos. Esta es la era de los monstruos, en la que Frankestein, Drácula, los hombres-lobo llegaron a ser reales para mentes impresionables. La novela y la película El Exorcista estimularon la creencia en el exorcismo; y alguna gente fue incapaz de distinguir la verdad de la ficción. Por eso somos confrontados por una plétora de mitos florecientes, cultivados por una industria editorial y medios de comunicación que buscan el lucro.

Todo esto es sintomático del rechazo actual de la razón y la objetividad. Mientras hace una década hubo un consenso general que al menos existían algunas reglas de evidencia, hoy día la gran existencia de criterios objetivos para juzgar afirmaciones verdaderas es seriamente cuestionados. Uno escucha una y otra vez que "una creencia es tan buena como la siguiente" y que hay una clase de "verdad subjetiva" inmune a la crítica o evidencia racionales. Uno aún encuentra proponentes de formas de subjetividad entre los filósofos de la ciencia, los cuales sostienen que las condiciones históricas o los factores psicológicos son bastante responsables de las revoluciones en el pensamiento científico.

La reacción contra las normas rigurosas asumió otra forma en la década de 1960 en el asalto de la Nueva Izquierda y la contracultura al intelecto. El crecimiento actual de los cultos de la sinrazón es tal vez solamente una consecuencia de ese fenómeno. Dijimos entonces que necesitábamos romper la laxitud de las demandas de la lógica y la evidencia, y "expandir nuestra conciencia" por medio de drogas y otros métodos. Theodore Roszak sostuvo tal posición en sus libros muy leídos La construcción de la Contra-cultura (En inglés Making of a Counter-Culture. New York: Doubleday, 1969) y El Animal no terminado: La frontera de Acuario y la Evolución de la Conciencia (The Aquarium Frontier and the Evolution of Consciousness. New York: Harper & Row, 1975).

La contra-cultura insistió que la objetividad era imposible tanto a causa de prejuicios de clase o profesionales o porque estabamos encerrados en las categorías de nuestra visión científica del mundo. Uno no escuchaba mucha crítica del marxismo [cuando estaba de moda] pero uno escucha que la visión científica existente está confinándose. Y así hay un intento de evadirse por medio de nuevas formas de la experiencia, de las cuales los cultos son sólo una parte: Mantras, meditación, bioenergética, yoga, jardinería orgánica, fotografía kirliana, y la percepción extrasensorial.

Esto existe junto a otra disposición que está evidentemente incrementándose hoy: una aversión a la cultura tecnológica misma. La ciencia y la tecnología son con frecuencia culpadas indiscriminadamente de la situación mundial actual. Oímos por todas partes acerca de los peligros de la tecnología, la destrucción de la ecología natural, la polución, la depredación de los recursos, los malos usos de la energía, la amenaza de las plantas de poder nuclear, etc. Muchos de estos intereses son legítimos, sin embargo, la postura crítica no es simplemente contra la tecnología sino contra la ciencia y investigación científica. Hay aquéllos de la derecha fundamentalista quienes todavía se oponen vehementemente, sobre bases éticas o religiosas, a la enseñanza de la teoría de la evolución, los cursos comparativos de estudios sociales, y la educación sexual. Pero además, el científico es visto con frecuencia por algunos de la izquierda como una clase de demonio -si se ocupa de la experimentación humana o la modificación de la conducta, o si participa en la investigación genética o desea probar bases genéticas del C.I. [Cociente intelectual]. Y hay quienes de manera creciente opinan y consideran a los médicos y los psiquiatras como sumos sacerdotes malvados u hombres vudú.

Estamos confrontados hoy día con una forma de rectitud moral y anti-intelectualismo -con frecuencia bordeando la histeria- que enjuicia la ciencia como deshumanizante, brutalizadora, destructiva de la libertad y el valor humanos. Esta actitud es paradójica, porque parece ocurrir más virulentamente en las sociedades afluentes, donde han sido logrados los más grandes avances de la investigación científica y la tecnología.

¿Deberíamos asumir que la revolución científica, que empieza en el siglo XVI, es continua? ¿O será oprimida por las fuerzas de la sinrazón? Sin embargo, el cuadro que estoy pintando no debe ser sobreestimado. Junto a los críticos de la ciencia están sus defensores. Y vastos recursos son invertidos en educación, investigaciones, organizaciones y publicaciones científicas. La ciencia todavía es bastante considerada por mucha gente.

Ciertamente, el hecho que la ciencia es esencial para nuestra civilización tecnológica está muy bien reconocido por algunos de los críticos de la ciencia -que me lleva incluso a otra dimensión del crecimiento de la irracionalidad: la proliferación de la pseudociencia-. Aquellos que no son tentados por lo oculto siempre pueden encontrar naves de los dioses, ovnis, triángulos de las Bermudas o continentes perdidos para seducirlos. Los nuevos profetas buscan tener sus teorías especulativas encubiertas por el manto de la legitimación científica; incluyen a von Däniken y aquellos asociados con la dienética, la cientología, y los recientes esfuerzos en desarrollar una "astrología científica".

El crecimiento de la pseudociencia puede ser visto en muchas otras áreas. Hay, por ejemplo, un esfuerzo en explorar el así llamado reino parapsicológico. Los fenómenos psíquicos, que fueron cuidadosamente estudiados en el siglo XIX por la Sociedad para la Investigación Psíquica en Inglaterra y la parapsicología, que fue investigada por muchos años por J. B. Rhine en la Universidad de Duke, han llegado a estar de moda. Uri Geller ha sido examinado por "expertos científicos" y se le ha encontrado que posee sorprendentes "poderes psíquicos", pero sus proezas pueden ser duplicadas fácilmente por magos tales como James Randi usando trucos de magia tradicionales. Estudiantes y profesores igualmente anuncian nuevas investigaciones de la clarividencia, precognición, la telepatía, ensueños, las experiencias incorpóreas, la reencarnación, la comunicación con espíritus de los muertos, la curación psíquica, los poltergeists, y las auras.

Algunos entusiastas sostienen haber descubierto "las grietas del reino de lo transcendental" y nuevas dimensiones de la realidad. El enemigo es siempre el "conductista", el "experimentalista", o el "mecanicista", quienes supuestamente se cierran a tales investigaciones. Estamos, algunos sostienen, en un estadío revolucionario de la historia de la ciencia, la cual ha visto el surgimiento de nuevos paradigmas explicativos. Los críticos insisten que nuestras usuales categorías científicas y métodos son demasiados estrechos y limitantes.

No estoy negando la constante necesidad de examinar la evidencia y mantener una mente abierta. Ciertamente, insistiría en que los científicos quieran investigar las afirmaciones de nuevos fenómenos. La ciencia no puede ser censuradora e intolerante, ni apartarse de los nuevos descubrimientos al hacer juicios que antecedan la investigación. Formas extremas de cientismo pueden ser tan dogmáticas como el subjetivismo. Sin embargo, hay una diferencia entre el uso cuidadoso de métodos de investigación por un lado, y la tendencia a generalizaciones apresuradas basadas en la evidencia insuficiente por el otro. Lamentablemente, también hay con demasiada frecuencia una tendencia de los crédulos en confiar en los datos más insuficientes y elaborar vastas conjeturas, o insistir que sus especulaciones han sido confirmadas concluyentemente, cuando no lo han sido.

Cuestiones serias pueden ser levantadas acerca de la escena actual. ¿Es mayor el nivel de irracionalidad o menor el nivel de irracionalidad en tiempos anteriores, o el nivel de lo insensato ha permanecido medianamente constante en la actitud humana y sólo asumió diferentes formas? ¿Por qué persiste la irracionalidad, aún en las sociedades adelantadas?

Sin duda muchas hipótesis sociológicas y culturales pueden explicar el crecimiento de las creencias irracionales. En años recientes los medios de comunicación han aumentado en influencia. La imagen del científico es frecuentemente esbozada por los periodistas, novelistas y dramaturgos, no siempre por los mismos científicos y lo que la ciencia es o hace ha sido a veces mal elaborado y se le ha dado un mal nombre. O nuevamente, se estima que la mitad de todo el apoyo del mundo para la investigación científica es para el desarrollo armamentista, y la mayoría del resto es para propósitos industriales y pragmáticos. La investigación científica con frecuencia también ha sido controlada por intereses privados para su ganancia o por los gobiernos para la adoctrinación y el control. El investigador científico libre y creativo con frecuencia tiene que depender de la estructura de poder para su apoyo financiero; y lo que sucede a los frutos de su labor está más allá de su labor.

Estas explicaciones son válidas sin duda. Pero también hay, a mi juicio, profundos factores psicológicos en acción; y hay mucha confusión acerca del significado de la misma ciencia. La persistencia de la irracionalidad en la cultura moderna revela algo acerca de la naturaleza peculiar de la especie humana. Hay una tendencia en el animal humano hacia la credulidad -esto es, una facilidad psicológica a aceptar creencias no probadas, a ser crédulo en el asentimiento. Esta tendencia parece estar profundamente engranada en la conducta humana que pocos están sin ella en alguna medida. Estamos tentados a tragar tanto la verdad evangélica que otros nos ofrecen. No estoy hablando simplemente de estupidez e ignorancia sino de ingenuidad acrítica acerca de algunas materias.

Indudablemente hay individuos que se especializan en engañar a otros; proveen dioses falsos y servicios vacíos, pero sin duda hay también creyentes sinceros que se engañan así mismos que quieren creer en ideas sin la evidencia adecuada, y que buscan convertir a otros a sus concepciones equívocas. Lo que está en acción aquí no es el fraude conciente sino el autoengaño. La cosa curiosa es que, algunas veces si un psicótico se repite a sí mismo con la suficiente frecuencia, al tiempo otros llegan a creer y seguirlo. Además, si una falsedad es suficientemente exagerada, alguna gente está más apta para creerla. Además, el herético siempre se arriesga a ser quemado en la estaca, especialmente después que la nueva mitología llega a ser institucionalizada como la doctrina oficial.

Hay, pienso, todavía otra tendencia en la conducta humana que estimula la credulidad: la fascinación por el misterio y el drama. La vida para muchas personas es inútil y aburrida. Derrotados por la anomia y la tiranía de lo trivial, pueden buscar escapar de este mundo usando las drogas y el alcohol, embotando o suprimiendo sus conciencias. Abandonarse a la nada es su propósito.

Otro método de diversión es la búsqueda por placeres hedonistas y las emociones fuertes. Aun otro es el uso de la imaginación. Las artes literarias y dramáticas proporcionan libertad a la imaginación creativa, como lo hace la religión. Es difícil para algunos individuos distinguir la verdad de la falsedad, la ficción y la realidad. Los cultos de la sinrazón y lo paranormal atraen y fascinan. Capacitan a cualquiera a bordear los límites de lo desconocido. Para las personas ordinarias, hay el mundo cotidiano -y la posibilidad de escapar a otro. Y así buscan otro lugar -otro universo y otra realidad-.

Por eso hay una búsqueda que es fundamental a nuestro ser: la conquista por el significado. La mente humana tiene un genuino deseo de sondear las profundidades de lo inefable, de encontrar un significado más profundo y la verdad, de alcanzar otro reino de existencia. La vida no tiene sentido para muchos, especialmente para los pobres, los enfermos, los desamparados, y aquellos que han fracasado o tienen poca esperanza. La imaginación ofrece salvación a las aflicciones y las tribulaciones que se encuentran en esta vida. Por eso, creer en la reencarnación o la supervivencia personal, aún si no es probada ofrece solaz a los individuos que encaran la tragedia, la muerte y la existencia del mal. Por razones ideológicas, el medio de la salvación es la visión utópica de la sociedad perfecta en el futuro. El alma se lamenta por algo mucho más allá, más profundo, más duradero y más perfecto que nuestro mundo pasajero de la experiencia.

De acuerdo con esto, la persistencia de la fe puede ser explicada en parte por características dentro de nuestra naturaleza: la credulidad, la seducción por el misterio, la búsqueda del sentido. La gente tomará la menor pizca de evidencia y construirá un sistema mitológico. Pervertirán su lógica y abandonaran sus sentidos, todo por la Tierra Prometida. Algunos gustosamente cambiarán su libertad con los sistemas más autoritarios, para lograr comodidad y seguridad. Los cultos de la sinrazón prometen solaz; buscan investir al individuo solitario, quien con frecuencia se siente extraño y sólo, de un papel importante en el universo.

¿Qué puede decir la ciencia acerca de aquellas necesidades humanas? ¿Hemos abandonado tal vez los dominios de la ciencia completamente y mudado al de la filosofía? La ciencia debería tener algo que decir, porque lo que esta en juego es la naturaleza de la ciencia misma.

Hay muchos significados para la palabra "ciencia". Algunos que hablan acerca de la ciencia se refieren a las especialidades en un campo específico, tales como la endocrinología, la microbiología o la econometría. Otros que hablan acerca de la ciencia tienen en mente las aplicaciones tecnológicas y experimentales de las teorías científicas a problemas concretos. Sin embargo, estas opiniones de la ciencia son excesivamente estrechas; porque es posible para una sociedad lograr progreso masivo en ciertos campos tecnológicos estrechos, sin embargo, perder el punto total de la empresa científica. Las sociedades totalitarias en nuestro tiempo invirtieron bastas sumas de dinero en investigación técnica y lograron un alto nivel de competencia científica en ciertos campos, pero la visión científica no prevaleció en ellos. No es suficiente el nuevo entrenamiento de la gente para que sean especialistas científicos. Una cultura puede estar llena de técnicos científicos, sin embargo, seguir siendo dominada por lo irracional. Debemos distinguir la ciencia como una empresa técnica estrecha de la actitud científica. Pienso que aquí no hemos establecido un propósito importante. Desafortunadamente, tener credenciales científicas en un campo no significa que una persona incorporará una actitud científica a unas partes de su vida.

La mejor terapia para la credulidad y la imaginación desenfrenada es el desarrollo de la actitud científica, como se aplica no solamente al campo especializado de uno de la experiencia sino también a cuestiones más amplias de la vida misma. Pero hemos fracasado en nuestra sociedad en desarrollar y expandir la actitud científica. Es evidente que uno puede ser un especialista científico pero un bárbaro cultural, un experto tecnólogo en un campo particular pero ignorante fuera de él.

Si vamos a responder el crecimiento de la irracionalidad, necesitamos desarrollar un aprecio por la actitud científica como parte de la cultura. Debemos aclarar que el principal principio metodológico de la ciencia es el que no se justifica al sostener una afirmación verdadera a menos que uno pueda apoyarla por medio de la evidencia o la razón. No es suficiente estar convencido interiormente de la verdad de las creencias de uno. Deben, en algún punto, ser verificables objetivamente por investigadores imparciales. Una creencia que está garantizada no lo está porque sea "verdadera subjetivamente", como pensaba Kierkegaard; si es verdadera lo es porque ha sido confirmada por una comunidad de investigadores. Creer válidamente que algo es verdadero es relacionar las creencias de uno a la justificación racional; es hacer una afirmación acerca del mundo, independientemente de los deseos de uno.

Aunque, los criterios específicos para probar una creencia dependen del sujeto en consideración, hay ciertos criterios generales. Necesitamos examinar la evidencia. Aquí me estoy refiriendo a la observación de datos que son reproducibles por observadores independientes y que pueden ser examinados experimentalmente en casos de prueba. Esto es llamado familiarmente el criterio empirista o experimentalista. Una creencia es verdadera si, y sólo sí, ha sido confirmada, directa o indirectamente, por referencia evidencia observable. Una creencia también es validada al ofrecerse razones que la apoyen. Aquí hay consideraciones lógicas que son relevantes.

Una creencia es invalidada si contradice otras creencias muy bien fundamentadas dentro de una estructura. Además evaluamos nuestras creencias en parte por sus consecuencias observadas en la práctica por su efecto en la conducta. Este es el criterio utilitario o pragmático: la utilidad de una creencia es juzgada por referencia a su función y su valor. Sin embargo, uno no puede sostener que una creencia es verdadera simplemente porque tiene utilidad; la evidencia independiente y las consideraciones racionales son esenciales. No obstante, la referencia a los resultados de una creencia, particularmente a las de una creencia normativa, es importante.

Esos criterios generales son, por supuesto, familiares en la lógica y la filosofía de la ciencia. Estoy hablando del método hipotético-deductivo de probar las hipótesis. Pero este método no deberá ser construido estrechamente, porque el método científico emplea el sentido común; no es ningún arte esotérico disponible sólo a los iniciados. La ciencia emplea los mismos métodos de inteligencia crítica que el hombre ordinario usa al formular creencias acerca de su mundo físico; y es el método que tiene que usar, en alguna medida, si va a vivir y funcionar, hacer planes y elecciones. Desviarse del pensamiento objetivo es estar fuera de contacto con la realidad cognitiva; y no podemos evitar usarlo si vamos a manejar los problemas concretos que encontramos en el mundo.

La paradoja es que mucha gente quiere abandonar su inteligencia práctica cuando ingresan a los campos de la religión o la ética o arrojan la cautela al viento cuando flirtean con los así llamados asuntos trascendentales.

En cualquier caso hay una necesidad de desarrollar una actitud científica general para todas o la mayor parte de las áreas de la vida, usar, tanto como sea posible, nuestra inteligencia crítica para evaluar las creencias, e insistir que estén basadas en fundamentos evidentes. El colorario principal de esto es el criterio que donde no tengamos la suficiente evidencia, deberíamos suspender el juicio. Nuestras creencias deberán ser consideradas hipótesis tentativas basadas en grados de probabilidad. No deberán ser consideradas absolutos o finales. Deberemos estar comprometidos con el principio de falibilismo, que considera que nuestras creencias pueden ser érroneas. Deberemos estar deseando revisarlas, si necesitan serlo a la luz de nueva evidencia y nuevas teorías.

La actitud científica por eso no prejuzga sobre fundamentos a priori el examen de las afirmaciones acerca de lo trascendental. Está comprometida con la investigación libre y abierta. No puede rehusar comprometerse en la investigación, por ejemplo de los fenómenos paranormales. Pero no sostiene el derecho a preguntar que tal investigación pueda ser responsable y cuidadosamente conducida, que la evidencia no sea deshecha por la conjetura, ni las conclusiones basadas en la voluntad de creer.

La pregunta básica es: ¿Cómo podemos cultivar la actitud científica? La institución más vital de la sociedad para desarrollar una apreciación por la actitud científica es la escuela. No es suficiente, sin embargo, para las instituciones educativas informar simplemente a la gente joven de los hechos o diseminar un cuerpo de conocimiento. La educación de tal clase puede ser nada más que aprendizaje rutinario o adoctrinación. Más bien, un propósito principal de la educación deberá ser desarrollar dentro de los individuos el uso de la inteligencia crítica y el escepticismo. No es suficiente hacer que los estudiantes memoricen una materia, amasen hechos, pasen exámenes o aún dominen una especialidad o profesión o sean entrenados como ciudadanos. Si hacemos eso y nada más, no hemos educado completamente; la teoría central es cultivar la habilidad de verificar experiencias, evaluar las hipótesis, evaluar los argumentos -en resumen- desarrollar una actitud de objetividad e imparcialidad. La tremenda explosión informativa de hoy nos ha bombardeado compiten con afirmaciones verdaderas. Es vital que los individuos desarrollen algún entendimiento de los criterios efectivos para juzgar estas afirmaciones. No me refiero solamente a nuestra habilidad de examinar afirmaciones de conocimiento acerca del mundo sino también de nuestra habilidad para desarrollar algunas características al apreciar juicios de valor y principios éticos. La meta de la educación deberá ser desarrollar personas reflexivas -escépticas aunque receptivas a nuevas ideas, siempre deseando examinar nuevas desviaciones del pensamiento, aunque insistiendo que sean probadas antes de ser aceptadas.

La educación no se realiza cuando transmitimos una materia o disciplina finita a los estudiantes: sólo cuando estimulamos un proceso activo de búsqueda. Esta meta es apreciada actualmente en algunas instituciones educativas que intentan cultivar la inteligencia reflexiva. Pero la educación no está completa a menos que podamos extender nuestro interés a otras instituciones educativas de la sociedad. Si vamos a cultivar el nivel de la inteligencia crítica y promover la actitud científica, es importante que nos interesemos con los medios de comunicación masiva. Un problema especialmente serio con los medios electrónicos es que emplean las imágenes visuales más que los símbolos escritos, diseminan impresiones inmediatas en vez de análisis sustentados. ¿Cómo podemos estimular la crítica reflexiva en el público dando este tipo de información?

No tengo una solución fácil que ofrecer. Lo que deseo sugerir es que no debemos asumir, simplemente porque la nuestra es una sociedad científico-tecnológica avanzada, que el pensamiento irracional será derrotado. La evidencia sugiere que eso está lejos de ser el caso. Ciertamente, siempre está el peligro que la ciencia misma pueda ser absorbida por las fuerzas de la sinrazón.

Si vamos a manejar el problema, lo que necesitamos, por lo menos, es ser claros acerca de la naturaleza de la empresa científica misma y reconocer que presupone una actitud básica acerca de los criterios evidentes. A menos que podamos impartir a través de las instituciones educativas de la sociedad algún sentido del acercamiento escéptico a la vida -como terapéutico y correctivo- entonces me temo que estaremos constantemente confrontados por nuevas formas de "saber-nadismo".

Si vamos a progresar al vencer la irracionalidad, sin embargo, debemos ir más lejos todavía. Tal vez debemos tratar de satisfacer la necesidad por el misterio y el drama y el anhelo por el significado. El desarrollo de la educación y la ciencia en el mundo moderno es una maravilla que sostener, y deberíamos hacer cualquier cosa para fomentar su desarrollo. Pero hemos aprendido que un incremento en la suma del conocimiento por sí mismo no necesariamente derriba la superstición, el dogma, y la culpabilidad, porque estos son nutridos por otras fuentes en la psique humana.

Un punto con frecuencia descuidado en satisfacer nuestra fascinación con el misterio y el drama es el posible papel de la imaginación en las ciencias. La ciencia puede solamente proceder por ser abierta a las exploraciones creativas del pensamiento. Los completos rompimientos en la ciencia son pasmosos, y continuarán tanto como escudriñemos más allá del micromundo de la materia y la vida y en el universo en general. La era espacial es el principio de una nueva era para la humanidad, tanto como dejemos nuestro sistema solar y exploremos el universo para buscar vida extraterrestre. Necesitamos diseminar una apreciación por la aventura de la empresa científica. Desafortunadamente, para algunos, la ciencia-ficción es el sustituto de la ciencia. La religión del futuro puede ser una una religión de la era espacial en la que los nuevos profetas no son los científicos sino los escritores de ciencia-ficción.

La ciencia tiene por eso un foco doble: la objetividad y la creatividad. Las artes son esenciales en mantener vivas las cualidades dramáticas de la experiencia; poesía, música, y la literatura expresan nuestra naturaleza apasionada. El hombre no vive por la razón solamente; y la ciencia es con frecuencia vista por sus críticos como fría y racional. La gente anhela algo más. Nuestros impulsos estéticos y nuestro deleite por la belleza necesitan ser cultivados. Las artes son la expresión más profunda de nuestros intereses espirituales, pero necesitamos hacer una distinción entre el arte y la verdad.

En cualquier caso, necesitamos satisfacer la búsqueda por el sentido. Es este anhelo por el significado etéreo que, pienso, lleva a la desorientación psicótica encontrada en los cultos de la sinrazón. "Sígueme", dicen los cultos de la irracionalidad. "Yo soy la luz, la verdad, y el camino". Y la gente está deseando abandonar todos los patrones de juicio crítico en el proceso.

Deseo aclarar que hay la necesidad actualmente para desarrollar instituciones normativas alternativas. Sugeriría que tal programa no construiría sistemas con creencias que sean patentemente falsos o irracionales o que violen la evidencia de las ciencias; sin embargo, buscará dirigirse a otras dimensiones de la experiencia humana, y dará a las artes, la filosofía y la ética papeles poderosos para ayudar a satisfacer las necesidades humanas.

Nota:
[1] Paul Kurtz es profesor emérito de filosofía de la Universidad Estatal de Nueva York en Buffalo; es el fundador del Concilio para el Humanismo secular y es editor en jefé de la revista escéptica Free Inquiry. Kurtz ha escrito varios libros, entre ellos "Defendiendo la Razón" Ensayos de humanismo secular y escepticismo, Living without religion - Eupraxophy, The new skepticism, Skeptical odysseys, El fruto phohibido - la ética del humanismo.

Tomado de Kurtz, Paul: Defendiendo la Razón: Ensayos de Humanismo Secular y Escepticismo. Lima: AERPFA, 2002. Traducción por M.A. Paz y Miño del artículo del mismo autor "The Scientific Attitude versus Antiscience and Pseudoscience" escrito basado en el discurso pronunciado en el congreso de fundación del Comité para la investigación científica de las afirmaciones de lo paranormal [CSICOP], publicado en inglés en The Humanist, julio-agosto de 1976, aparecido luego en Kurtz, Paul: In Defense of Secular Humanism. Buffalo: Prometheus Books, 1983.


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