François Mitterrand

Orígenes y formación

François Mitterrand nació en el seno de una familia católica y conservadora de provincias. Su padre, Joseph, era agente en una compañía de ferrocarriles, aunque luego fue fabricante de vinagre, y llegó a ser Presidente de la federación de sindicatos de fabricantes de vinagre. Tuvo tres hermanos y cuatro hermanas.

Entre 1925 y 1934 cursa estudios secundarios en el colegio Saint-Paul de Angulema. Allí Mitterrand se integra en la Juventud Estudiantil Cristiana, rama estudiantil de Acción Católica. Luego, y hasta 1937 estudia en la Escuela Libre de Ciencias Políticas, en la que se gradúa en julio de 1937.

Sus relaciones con la extrema derecha

Por esa época (entre 1935 y 1936) milita durante cerca de un año en los Volontaires nationaux (voluntarios nacionales) del coronel de La Rocque[1]. Participó en las manifestaciones contra "la invasión de vagabundos" en febrero de 1935 y más adelante en las que se celebraron contra el profesor de Derecho Gaston Jèze, tras su nombramiento como consejero jurídico del Negus de Etiopía, en enero de 1936[2]. Se relaciona, por amistad o familia con miembros de la Cagoule[3]. Escribe artículos en periódicos de derechas como L'Écho de Paris de Henri de Kerillis, cercano al Partido Social Francés, de carácter fascista. Son artículos de literatura, pero también sobre la sociedad contemporánea y la política [4][5] [6]. En 1938 conoce a Georges Dayan (judío y socialista) al que salva de agresiones antisemitas de Acción Francesa. Pasan a ser grandes amigos.

Entre 1937 y 1939 realiza Servicio militar en la Infantería colonial.

Régimen de Vichy y Resistencia

En septiembre de 1939, tras la invasión de Polonia por los alemanes, estalla la Segunda Guerra Mundial. A la vez que Mitterrand finaliza sus estudios de Derecho en París, es enviado a la línea Maginot, cerca de Montmédy, con el grado de sargento mayor. En mayo de 1940 es novio de Marie-Louise Terrasse (la futura periodista Catherine Langeais), con la que romperá en enero de 1942.

El 14 de junio de 1940 el sargento Mitterrand es hecho prisionero por el Ejército alemán. Tras 18 meses en los stalags y dos intentos frustrados, se escapa en diciembre y regresa a Francia. En los años siguientes trabaja en la Legión francesa de combatientes y voluntarios de la revolución nacional como contratado, y desde junio en el Comisariado para la reclasificación de prisioneros de guerra, en donde ayudará a los fugitivos a obtener documentación falsa, cargo del que dimitirá al cabo de seis meses. Durante el verano de 1942 participa en reuniones en el castillo de Montmaur en las que se asientan las bases de su red de Resistencia. El 15 de octubre es recibido por el Mariscal Pétain junto a varios responsables del Comité de ayuda mutua a los prisioneros repatriados del Allier y en la primavera de 1943 es condecorado por el gobierno colaboracionista con la Orden de la Francisca. Poco después, acosado por la Gestapo, el Sicherheitsdienst y la Milicia Francesa pasa a la clandestinidad. Viaja a Londres y Argel, en donde contacta con los generales De Gaulle y Giraud. En febrero de 1944 dirige en Francia el Movimiento Nacional de prisioneros de guerra y deportados, que unifica todas las redes de resistencia de los prisioneros de guerra. Participa en la liberación de París en junio, apoderándose de la sede del Comisariado General para los Prisioneros de guerra. En octubre de 1944 organiza junto a Jacques Foccart la operation Viacarage cuyo objetivo es liberar los campos de prisioneros y de concentración. [7]

Cuarta República

Ascenso, giro a la izquierda y liberalismo colonial (1944-1954)

Poco después, François Mitterrand participa en el Gobierno de los Secretarios Generales preconizado por Charles de Gaulle antes de la instauración del gobierno provisional en París. El 27 de octubre de 1944 se casa con Danielle Gouze.

En 1945, François Mitterrand y André Bettencourt testifican a favor del fundador del grupo l'Oréal, colaborador y financiador de la "Cagoule", Eugène Schueller[8]. Mitterrand trabaja durante poco tiempo como director de la editorial Rond-Point (y director de la revista Votre Beauté) del grupo fundado por Schueller [9].

En febrero de 1946, Mitterrand se afilia a la "Unión Democrática y Socialista de la Resistencia" (UDSR), de la que será presidente entre 1953 y 1965 y que le ofrece un primer laboratorio político[10].

El 10 de noviembre de 1946, François Mitterrand es elegido diputado por el departamento de Nièvre encabezando una lista de "Unidad y Acción Republicana", con un programa anticomunista. Al año siguiente pasa a ser el ministro más joven de Francia, al ocupar la Cartera de "Veteranos y Víctimas de Guerra" en el gobierno del socialista Paul Ramadier. En los siguientes años ocupará distintas carteras ministeriales, Información, Ultramar, y el ministerio delegado en el Consejo de Europa.

En mayo de 1948 forma parte de los 800 delegados (entre los que están también Konrad Adenauer, Winston Churchill, Harold Macmillan, Paul-Henri Spaak, Albert Coppé o Altiero Spinelli) que participan en el Congreso de La Haya, origen del Movimiento europeo, al que se adhiere.

En 1950, René Pleven le nombra ministro de Ultramar. Se muestra partidario de instaurar una unión franco-africana en la que los territorios de ultramar gozarían de una autonomía negociada y libremente consentida y se esfuerza por mejorar la condición de los africanos, sometidos aún a un duro régimen. Se le trata entonces de "baratillero de imperio" y desde ese momento atrae la hostilidad de los colonos conservadores y del partido gaullista de la época, el RPF.

En 1952, se encarga de la cuestión tunecina en el gobierno de Edgar Faure y esboza un plan de autonomía interna. Sin embargo, el gobierno Faure cae tan sólo seis semanas después de haberse formado. Los liberales en materia colonial salen provisionalmente del gobierno. Tras la formación del gobierno de Antoine Pinay, Mitterrand critica la participación sistemática de la UDSR en los gobiernos y propone un giro a la izquierda. Denuncia ante la Asamblea la política represiva del gobierno y defiende con vehemencia el derecho de los tunecinos a la autonomía.

En 1953, obtiene el puesto de ministro delegado ante el Consejo de Europa, pero pronto presenta su dimisión por su disconformidad con la política represiva llevada en Marruecos y Túnez. Propugna para esos países, así como para Indochina, una política más liberal. Firma, junto a personalidades como Albert Camus, Alain Savary o Louis Vallon, el Manifiesto Francia-Magreb, que solicita que "se pongan en marcha todos los medios legales para que los principios de los Derechos Humanos se apliquen sin distinciones en el norte de África".

En otoño pasa a ser presidente del UDSR. Impone una línea liberal para la Francia de ultramar. Termina la guerra de Indochina, constituye un conjunto franco-africano, primero federal y luego confederal (lo que conlleva conceder la autonomía primero y luego la independencia-asociación a las colonias francesas). Publica "En las fronteras de la Unión francesa. Indochina-Túnez", con prólogo de Pierre Mendès France. Se declara a favor de la independencia de Indochina (consiguiendo si es posible una asociación) y de la reconstrucción de los vínculos con los países africanos: Defensa, moneda y política exterior deben ser competencia de la Unión Francesa, con total asociación de los africanos en las decisiones; los demás aspectos serían competencia de gobiernos autónomos locales.

La tormenta de la guerra de Argelia (1954-1958)

En 1954 pasa a ocupar el Ministro del Interior en el gobierno de Pierre Mendès France. Pronto se verá afectado por los problemas políticos planteados en Argelia. A pesar de tener una idea algo más liberal que sus antecesores, Mitterrand cree que este caso no es igual que el de Marruecos o Túnez (en Argelia hay un millón de franceses de origen europeo concentrados en el norte del actual país) y se muestra contrario a la independencia. Sus intentos de trasladar al gobernador general Léonard y al director de la Mezquita de París, y de aumentar el salario mínimo en Argelia, para conseguir apaciguar los ánimos de la población árabe tropiezan con el profundo conservadurismo de colonos y administración. En octubre viaja a Argelia, en dónde encuentra una evidente hostilidad entre los colonos partidarios de una Argelia francesa.

El 5 de noviembre de ese mismo año, en la tribuna de la Asamblea Nacional, a la vez que estallan los primeros disturbios de lo que acabará siendo la Guerra de Argelia, declara que "la rebelión argelina sólo puede encontrar una forma terminal: la guerra". Estas declaraciones parecen estar destinadas a tranquilizar al ala colonialista de los diputados centristas (radicales y democristianos), que pueden derribar el gobierno gobierno[11]

El mismo mes, Mitterrand anuncia un importante aumento de la inversión social en Argelia en agricultura y educación, tratando de fomentar "la igualdad de los ciudadanos […] iguales oportunidades para todos los que, fuera cual fuera su origen, nacieran en suelo argelino". De acuerdo con el primer ministro, fusiona los cuerpos de policía de Argel y París con el objetivo de impedir la tortura. Termina con la autonomía de la policía de Argelia y traslada a doscientos agentes, entre los que está el director de los Servicios de Información, sobre los que pesan fundadas sospechas de haber participado en torturas. Los conservadores en temas coloniales critican con dureza esa decisión. [12].

En 1956, es nombrado garde des Sceaux en el gobierno de Guy Mollet. Mitterrand participa en las negociaciones gubernamentales que concluyen con la independencia de Túnez y Marruecos y la autonomía de África negra francesa. En cuanto a la cuestión argelina, critica con dureza (en privado[13]) la deriva represiva que sigue al fracaso del intento de liberalización, en febrero de 1956. Sin embargo y a pesar de sus reticencias, él es el encargado por el Consejo de Ministros defender el proyecto de ley que restituye poderes especiales al ejército. [14] Mitterrand permanece en el gobierno a pesar de sus crecientes reticencias, puesto su ambición es la de llegar a primer ministro. Tras la dimisión de Guy Mollet, Mitterrand se niega a entrar en un gobierno del que él no sea presidente. No lo consigue, a pesar de que el Presidente de la República René Coty pensó muy seriamente en recurrir a él para dicho puesto.

Opositor acérrimo a Charles De Gaulle, en septiembre de 1958, pide el "no" en el referéndum sobre la Constitución de la Quinta República, que sin embargo es aprobada con una muy amplia mayoría, y promulgada el 4 de octubre de 1958. Mitterrand tilda al General De Gaulle de "nuevo dictador". Mitterrand pierde en las elecciones legislativas del 30 de noviembre de 1958..

Quinta República

Supervivencia política y primeros intentos de unión de la izquierda (1959-1971)

En marzo de 1959, es elegido alcalde de Château-Chinon, cargo que ejercerá hasta mayo de 1981, y un mes después senador de Nièvre. Se inscribe en el grupo parlamentario de "Izquierda Democrática" (Gauche démocratique). En octubre de 1959 se produce el Atentado del Observatorio que acaba con la inculpación de François Mitterrand por ultraje a la magistratura. La ley de amnistía de 1966 finalizará este procedimiento. El 25 de noviembre de 1962, Mitterrand recupera su escaño de diputado en Nièvre y deja el Senado.

Durante el referéndum de 1962, propone votar en contra de que el Presidente de la República se elija por sufragio directo. El gana con un 62,25% de los votos emitidos (46,66 % del censo).

En 1964 se convierte en presidente del Consejo General de Nièvre. Encabeza la Convención de Instituciones Republicanas (CIR) y publica El Golpe de Estado permanente, que refuerza su postura de opositor a De Gaulle. A pesar de ser el representante del CIR, que es una formación pequeña, en 1965 pasa a ser el candidato único de la izquierda en las elecciones presidenciales. Obtiene una inesperada segunda posición, con unos diez millones de votos, tantos como el candidato centrista Jean Lecanuet (15 % de votos). Para la segunda vuelta, Mitterrand recibe el apoyo no sólo de toda la izquierda, sino también el del centrista Jean Monnet, el del conservador moderado Paul Reynaud y el de parte de la extrema derecha (Jean-Louis Tixier-Vignancour y partidarios de la OAS) [15]. En la segunda vuelta, con un 55 % de los votos, De Gaulle derrota a Mitterrand, que obtiene un 45 %.

Fortalecido por este resultado (nadie pensaba que de Gaulle pudiera perder), pasa a encabezar la Federación de Izquierda Democrática y Socialista (FGDS), que agrupa a la izquierda no comunista (principalmente la SFIO, el Partido Radical, la CIR y otras agrupaciones). En las elecciones legislativas de marzo de 1967, el escutinio mayoritario a dos vueltas y la nueva disposición que eleva el umbral y elimina para la segunda vuelta a todos los candidatos que no alcancen en la primera vuelta al menos el 10 % del censo, favorece a la mayoría saliente frente a una oposición heterogénea (comunistas, socialistas y los centristas de Jacques Duhamel) y desunida. Sin embargo, con 194 escaños, el conjunto de la izquierda (FGDS y PCF) gana 63 escaños, quedando el Partido Comunista como principal fuerza de izquierda con un 22,5 % de los votos. [16] Sin embargo, la coalición gubernamental se encuentra con una mayoría de un solo escaño en la Asamblea Nacional. En la metrópoli, durante la primera vuelta, el conjunto de la izquierda (FGDS, PSU, PC) obtiene incluso más votos que los partidos gubernamentales gaullistas y giscardianos (46 % contra 42,6 %) mientras el Centro Democrático de Duhamel retrocede tres puntos y queda con un 7% de los votos. Pero con el extraordinario porcentaje (para Francia) del 38% de los votos (aumentando dos puntos respecto a las anteriores elecciones), la Unión por la V República sigue siendo el primer partido de Francia [17].

El 28 de mayo de 1968 y en relación con la situación producida por los disturbios estudiantiles, declara que "conviene desde ahora mismo constatar el vacío de poder y organizar la sucesión." Estas declaraciones se realizan durante una visita del general de Gaulle a [Alemania]], adonde había ido para consultar al general Massu sobre estos mismos acontecimientos, más que aludiendo a un real vacío de poder y son interpretados por parte de la población como un deseo de sacar partido de una situación de crisis nacional [18]. Propone a Mendès France para formar un gobierno provisional y anuncia su candidatura a la Presidencia de la República, en caso de que se celebren elecciones anticipadas. En su discurso de del 30 de mayo, De Gaulle replica con dureza a Mitterrand, anuncia la organización de un referéndum, y declara que dimitirá en el caso de que su propuesta sea rechazada. Los recientes disturbios ocasionan un giro a la derecha de una población francesa deseosa de ver restablecido el orden y las elecciones legislativas anticipadas de junio de 1968 se saldan con una avalancha gaullista (293 escaños sólo para la UNR y 61 más para los republicanos independientes) conformarán una mayoría de la derecha que no se veía en Francia desde la victoria del Bloque nacional en 1919. Mientras la izquierda se hunde y pasa de 194 a 91 diputados. Mitterrand, sin embargo, consigue salvar su escaño. Sin embargo, su descrédito es tal que en 1969 no puede presentarse para la Presidencia de la República. Guy Mollet se niega a otorgarle el apoyo de la SFIO. La izquierda, representada por el socialista Gaston Defferre y el comunista Jacques Duclos no alcanza la segunda vuelta de unas elecciones que ven triunfar al gaullista Georges Pompidou frente al centrista Alain Poher.

Secretario General del PSF (1971-1981)

En junio de 1971, tras el Congreso de Épinay, la Convención de Instituciones Republicanas se fusiona con el Partido Socialista (creado en 1969 en sustitución de la SFIO). Mitterrand es elegido Secretario General, apoyado por el ala izquierda, el CERES que encabeza Jean-Pierre Chevènement, y por dos poderosas federaciones: Nord, dirigida por Pierre Mauroy y Bouches-du-Rhône, por Gaston Defferre. [19]

En junio de 1972, firma el Programa común de gobierno junto al Partido Comunista de Georges Marchais y el Movimiento de Radicales de Izquierda de Robert Fabre. En marzo de 1973, en las elecciones legislativas, el PS obtiene casi tantos votos como el PCF en la primera vuelta y lo supera en la segunda, acabando con una hegemonía que remontaba a 1946. Las elecciones cantonales de septiembre de ese mismo año confirman la evolución.

El 2 de abril de 1974 muere Georges Pompidou, Presidente en ejercicio y el 19 de mayo de 1974, como candidato único de la izquierda en las elecciones presidenciales, Mitterrand pierde ante Valéry Giscard d'Estaing con el 49,2% de los votos en la segunda vuelta. [20] En las elecciones cantonales de marzo de 1976 y en las municipales de marzo de 1977 se confirma la tendencia anterior y el PS supera con mucho al PCF. Una vez invertida la posición, los comunistas dejan de ser útiles a las ambiciones presidenciales de Mitterrand, quien en 1977 rompe la coalición de izquierdas y acaba con el Programa Común.

En las legislativas de marzo 1978, la izquierda mayoritaria en la primera vuelta es superada en la segunda por la derecha (UDF-RPR). [21] Michel Rocard, recientemente incorporado al PS desde el ultraizquierdista PSU y curiosamente incorporado al ala derecha, cuestiona entonces la figura François Mitterrand y la dirección del Partido Socialista. En abril de 1979], Mitterrand se alía con el CERES de Jean-Pierre Chevènement contra Michel Rocard y resulta ganador en el Congreso del partido en Metz. En enero de 1981, en el Congreso Extraordinario de Créteil es designado candidato presidencial por el PS y plantea su famoso programa de las "110 propuestas".

El 24 de abril de 1981, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, Mitterrand se sitúa muy poco detrás del presidente saliente con un 25'85 % de los votos frente al 28 % de Valéry Giscard d'Estaing. Jacques Chirac ocupa el tercer lugar con un 18 %. La noche del 10 de mayo, Mitterrand es elegido Presidente de la República con un 51,8 % frente al 48 % de Giscard. El apoyo de Chirac al presidente saliente queda muy ambiguo: declara que, a título personal, sólo puede votar por Giscard, pero no hace ninguna recomendación explícita en este sentido a sus votantes.

Presidencia

Primer mandato (1981-1988)

El 21 de mayo de 1981, se inician los siete años de mandato del nuevo presidente con una ceremonia en el Panteón. Nombra su primer gobierno, que dirigirá Pierre Mauroy. Al día siguiente, aprovechando la favorable corriente de opinión, disuelve el Parlamento. Las elecciones le proporcionan mayoría absoluta. Un segundo gobierno encabezado por Pierre Mauroy cuenta con cuatro ministros comunistas. Se plantean muchas reformas de carácter social y se liberaliza el campo de la radio y la televisión. También se crea un impuesto que grava a las grandes fortunas, que tendrá una vida azarosa, con diversas eliminaciones y reimplantaciones.

En el terreno social aumentan significativamente el salario mínimo y la ayuda familiar, y se procede a regularizar masivamente a los inmigrantes sin papeles, para favorecer su inserción en el mercado de trabajo. Se instaura una quinta semana de vacaciones pagadas y se regula la semana laboral de 39 horas. Se adelanta la edad de jubilación a los 60 años.

En relación con los derechos civiles, se deroga la pena de muerte y se despenaliza la homosexualidad.

En los aspectos económicos, este primer mandato se caracterizará en un primer momento por unas pocas nacionalizaciones, entre las que destacan algunos bancos (sólo Paribas entre los importantes), y algunos grupos industriales como Rhône-Poulenc, Saint-Gobain, Thomson) o el grupo industrial "Suez". También se sigue una política de control de la inflación.

Se produce un significativo aumento del paro y del déficit público y se emprenden medidas antipopulares: en el Nord se cierran o reconvierten la mayor parte de las minas de carbón, lo que hace crecer el descontento social.

Internacionalmente, las complicaciones se plantean para Francia al otro lado del mundo: se establece un nuevo estatuto para Polinesia Francesa, pero se ve obligada a afrontar sangrientos disturbios en Nueva Caledonia. Además, una operación de la inteligencia militar contra Greenpeace acaba con el descubrimiento de las implicaciones del gobierno en el ataque (con muerte del fotógrafo neerlandés Fernando Pereira) al Rainbow Warrior, que mina bastante el prestigio internacional de Francia.

En el terreno cultural, se celebra la primera cumbre internacional de la francofonía, y se inaugura el nuevo Museo de Orsay en París.

Políticamente se empieza una tímida descentralización administrativa, aunque lo más significativo es que aparece con fuerza un partido de tipo racista y xenófobo, el Frente Nacional que lidera Jean-Marie Le Pen, que obtendrá unos resultados espectaculares en las elecciones europeas. La sustitución al frente de la Presidencia del Gobierno de Mauroy por Laurent Fabius acaba con la presencia de ministros comunistas en el gobierno. El mandato acaba con la primera cohabitación de la Quinta República y el cambio del sistema electoral mayoritario por uno proporcional.

En las elecciones legislativas que se realizan en marzo de 1986, las primeras en las que se utiliza el sistema proporcional, triunfa claramente la coalición de las fuerzas conservadoras (RPR-UDF en marzo de 1986. El ultraderechista Frente Nacional obtiene gracias al sistema proporcional 35 diputados. El gobierno pasa a estar presidido por Jacques Chirac. Por primera vez, un Presidente de la República de izquierdas debe cohabitar con un gobierno de derechas. Algunas de las empresas nacionalizadas se reprivatizan y otras (como la cadena de televisión TF1) pasan al sector privado por primera vez.

Pero también el gobierno de Chirac deberá afrontar graves problemas. A finales de 1986 los estudiantes franceses se manifiestan contra la Ley Devaquet que pretende reformar la Universidad. Francia rompe momentáneamente relaciones diplomáticas con Irán tras las sospechas de que este gobierno pudiera estar implicado en los atentados terroristas que se llevan a cabo en París. En Nueva Caledonia, el referéndum boicoteado por los independentistas del FLNKS (40 % de abstención) deja un 98'3 % de votos favorables a seguir permanenciendo en Francia. Pero poco tiempo después un ataque terrorista canaco acaba con seis miembros de las fuerzas francesas y 19 independentistas muertos.

En el terreno cultural, se inauguran el Instituto del Mundo Árabe y la pirámide del Louvre.


Segundo mandato (1988-1995)

A pesar de ser consciente desde noviembre de 1981 de que padece un cáncer de próstata, anuncia su candidatura para un segundo periodo de siete años el 22 de marzo de 1988. El 8 de mayo, Mitterrand obtiene la reelección en las elecciones presidenciales contra Jacques Chirac con un 54 % de los votos.

Como Primer Ministro nombra a su anterior rival Michel Rocard y disuelve la Asamblea Nacional. El grupo socialista y sus aliados obtienen una mayoría relativa, mientras los comunistas deciden no participar en el gobierno. El gobierno se verá obligado a buscar apoyos alternativamente entre el grupo comunista y en los sectores más moderados de la oposición, especialmente en la Unión del Centro (UDC, grupo parlamentario escindido de la UDF). En mayo de 1991, sustituye a Michel Rocard por Édith Cresson cuya imagen pública se deteriorará con declaraciones poco afortunadas y a esta le seguirá diez meses después Pierre Bérégovoy. La derecha triunfa ampliamente en las élecciones legislativas de 1993 (el grupo socialista y sus aliados se quedan con 67 escaños) y Mitterrand encargará a Édouard Balladur la tarea de formar gobierno.

Tras el suicidio de Pierre Bérégovoy (1 de mayo) Mitterrand hará en sus funerales un duro ataque a los medios de comunicación, censurando a los que "echaron a los perros el honor de un hombre".

Durante este segundo mandato se celebró el bicentenario de la Revolución Francesa con unos actos que contaron con la participación de las principales figuras mundiales en los terreno político, social y cultural. Con ocasión de dicho bicentenario se reformó el Museo del Louvre y se crearon el teatro de la Ópera de la Bastilla y el Arco de la Defensa

En el terreno social, lo más significativo fue la instauración de un salario social (RMI) cuyo objetivo es asegurar la supervivencia incluso de los que no trabajan ni tienen derecho a prestaciones de paro. También se redujo la duración del Servicio militar a 10 meses.

Su mandato se inició con los acuerdos de Matignon que, junto a una ley de amnistía, restauraron la paz social en Nueva Caledonia. También Córcega obtuvo un nuevo estatuto. Militarmente, Francia participó en la Guerra del Golfo, y en una operación destinada a intentar detener el genocidio en Ruanda. El referéndum sobre el tratado de Maastrich (que obtiene la aprobación por una exigua mayoría) y el expreso apoyo francés al proceso de reunificación alemana dieron un nuevo impulso a la construcción europea.

El presidente Mitterrand fue también objetivo de la prensa y aparecieron detalles de su vida privada: se descubrieron datos acerca de sus relaciones con la extrema derecha y el gobierno colaboracionista de Vichy durante su juventud, se conocieron detalles sobre su enfermedad y se supo de la existencia de una hija extramarital, Mazarine Pingeot.

Fin de su mandato y fallecimiento

El 7 de mayo de 1995 Jacques Chirac resulta vencedor en las elecciones presidenciales frente al socialista Lionel Jospin. François Mitterrand finaliza su segundo mandato.

Muere el 8 de enero de 1996 de su cáncer de próstata. Su entierro representó un gran homenaje por parte de los franceses. Fue enterrado en el panteón familiar de Jarnac, Charente.

Notas y referencias

  1. ↑ Jacques Bénet, compañero de habitación de François Mitterrand declaró a Patrick Rotman y Jean Lacouture para su libro François Mitterrand, la novela del poderUna juventud francesa, p 23 a 35, la correspondencia de Mitterrand, demostrando que llegó a París en otoño de 1934, y se habría inscrito a los largo del invierno de 1934-35. Los Volontaires nationaux se disolvieron en junio de 1936, y François Mitterrand nunca tuvo carné del Partido Social Francés, heredero de los distintos movimientos inspirados por La Rocque que fueron tres años. Pierre Péan cita en
  2. ↑ Mitterrand recuerda este período, en un artículo del Écho de Paris de 4 de julio de 1936, como "las gloriosas jornadas de marzo", citado por Edwy Plenel a propósito del libro de Pierre Péan [1]
  3. ↑ Es lo que opina Henry Rousso en El síndrome de Vichy acerca de las relaciones personales de Mitterrand con los "cagoulards". Pierre Péan demuestra también que "inevitablemente el futuro presidente se cruza en su entorno con 'cagoulards'" [2]. Para las acusaciones y supuestos vínculos, véase [3]
  4. ↑ François Mitterrand, Politique I, éd. Fayard. 1977
  5. ↑ En particular, es autor de un artículo en el que lamenta que se haya permitido que los de "fuera" inavadan el Barrio Latino. [4] En él dice que "A partir de ahora, el barrio latino será ese complejo de colores y sonidos tan desafinados que uno tiene la impresión de que se encuentra ante esa torre de Babel en la que no queríamos creer."
  6. ↑ Hace patente su "inquietud" ante el expansionismo nazi tras el Anschluss
  7. ↑ La mayoría de los que participaron sobre el terreno en esta peligrosa misión perdieron la vida.
  8. ↑ Según el historiador israelí Michel Bar-Zohar en "L'Oréal, de los años oscuros al boicot árabe", ed. Fayard "
  9. ↑ André Bettencourt llegó a la dirección del grupo L'Oréal. Segúnn Bar-Zohar, íbid, Schueller financiará la campaña electoral de François Mitterrand de 1946. Pierre Péan precisa que efectivamente François Mitterrand se encontró con Eugène Schueller dos o tres veces, y añade que en su opinión: "Sería aventurado establecer una amalgama partiendo de ese único hecho." (Une jeunesse française, p. 504).»
  10. ↑ Según el miembro de la Resistencia Pierre Clostermann en L'Histoire vécue, un demi-siècle de secrets d'État, Flammarion, 1998, pp.159-167, algunos de los miembros de esa formación, como Eugène Claudius-Petit y Philippe Livry-Level se habrían opuesto a su ingreso, al considerar que, como poco, sus méritos en la Resistencia eran escasos. Según Péan y Lacouture, Claudius-Petit habría recomendado a pesar de todo a Paul Ramadier que designara a Mitterrand para el gobierno.
  11. ↑ La correspondencia entre François Mitterrand y Pierre Mendès France demostraría que el ministro del Interior propuso —sin éxito— un compromiso ante el presidente del Consejo. Al ser en opinión de Mitterrand el gobierno de Mendès France el único que podía luchar enérgicamente contra los abusos, especialmente la tortura policial, Mitterrand deseaba que durase el mayor tiempo posible. Ver la contribución de Jean-Pierre Peyroulou en Mohamed Harbi y Benjamin Stora, La Guerre d'Algérie, p. 170 de la edición de bolsillo (Hachette).
  12. ↑ Según François Mitterrand, la supresión de ese "detestable sistema" es la causa de la caída del gobierno de Mendès-France, un mes después (carta a Pierre Mendès-France, 31 de agosto de 1959). El historiador Jean-Pierre Peyroulou, en su contribución a la obra colectiva acerca de La Guerra de Argelia (ver bibliografía) está muy cerca de esa opinión
  13. ↑ Ver Jean Lacouture, Mitterrand, un histoire de Français, pp. 192-195 y Franz-Olivier Giesbert, François Mitterrand, une vie, cap. 22, "La torture"
  14. ↑ François Mitterrand reconoció ante Jean Lacouture que eso fue un error. Todos los testimonios que recoge su biógrafo muestran a un Mitterrand dubitativo, impresionado al conocer los métodos de tortura (en especial a través de Jean Bérard, magistrado en ejercicio en Argelia, o de Paul-Henri Teitgen) y sin saber qué hacer en realidad. Nunca antes sus colaboradores lo habían visto así.
  15. ↑ En su comité de apoyo se encontraban también Hervé Bazin, Georges Conchon, René Char, Jean Guéhenno, Jean Giono, Roger Ikor, e incluso Jean Vilar.
  16. ↑ Según René Rémond en su obra "Notre siècle" (Fayard, 1988), si la transferencia de votos se dio entre los partidos de izquierda, ésta también se benefició del apoyo de la extrema derecha cercana a la OAS y "visceralmente antigaullista" (mientras la derecha era apoyada por grupúsculos como "Occident", de matiz anticomunista) y de una "pequeña parte de electores centristas".
  17. ↑ René Rémond, Notre siècle, 1988, Fayard, p664 y ss.
  18. ↑ descrito especialmente por Jacques Foccart en su Journal de l'Élysée, tomo 2, éd. Fayard/Jeune Afrique
  19. ↑ Pierre Mauroy relata en sus MemoriasLeón Blum entre 19211938. Pero Augustin Laurent solicitó a Mauroy que le sucediera al frente de la alcaldía de Lille sin ejercer responsabilidades nacionales. que no aspiraba a ser Secretario General: esta tarea correspondía a Mauroy, y el propio Mitterrand debía desempeñar un papel similar al de y
  20. ↑ El historiador Jean-Pierre Azéma, opinó en su intervención en el coloquio "Changer la vie" de 1999 (ver bibliografía) que las causas de la derrota fueron la juventud del nuevo Partido Socialista y su débil implantación local, dos inconvenientes que desaparecerían en 1981.
  21. ↑ Mitterrand, siempre poco crítico hacia sus propias responsabilidades y muy indulgente con sus propios errores achaca la derrota, según Lacouture, a maniobras del PCF. A pesar de que él que él había roto el Programa Común, esperaba de los comunistas un apoyo sin ninguna contrapartida.

Luis Barragán: la poética de la esencialidad.

Fernando Prieto L.

Invencible en su manifestación de lo sustancial, la obra arquitectónica de Luis Barragán prosigue su travesía, plena de color, refulgente, por los océanos venturosos de la atemporalidad.

La importancia histórica y la relevancia mundial de su labor se encuentran ya, para fortuna del arte universal, absolutamente reconocidas y a salvo de los límites de las visiones posibles desde una óptica exclusivamente localista, que muchas veces sólo ha acompañado al malentendido, al abuso, al plagio o a la ignorancia.

Demostrador práctico de la viabilidad de las tesis que vislumbran la absorción de la pintura y la escultura por una arquitectura trascendente, que las incluiría implícitamente en sus funciones esenciales sin utilizarlas como elementos decorativos adjuntos o superficiales, Barragán posee un trabajo en el que por medio del ejercicio magistral de la abstracción y con una resolución dada a través de la concretización total, capta la sustancia del espacio y supera lo que tiene una simple condición de accidente. Inspirado por fuerzas presentes en la serenidad y la audacia de ciertas formas tradicionales, las resume y las supera, al amparo de una lucidez sensible y crítica permanente.

Sus edificaciones poseen toda la energía que les resulta posible tener en base a su lenguaje, misma que se manifiesta en la presencia de aquellos muros, aliados suyos, que como guardianes conforman sus espacios, captando en su poética modernidad los acertados usos del más atrevido manejo cromático; nunca la incapacidad mediocre y débil de la resolución tenue con la que son adornadas edificaciones intrascendentes. Color plásticamente integral, constructivo, no color irrelevante ni gratuito; elemento activo en una obra plena de interrelaciones plásticas poseedoras de vínculos con paralelismos y prefiguraciones que, observados meditadamente, permiten obtener de dicha obra lecturas cada vez más profundas e impresionantes.

Varios son los precedentes con los que Luis Barragán tuvo interacción conceptual en la etapa de su desarrollo artístico, antes del arribo al lenguaje de su madurez. De manera compuesta, su relación con la obra de paisaje de Ferdinand Bac, y con las morfologías y la idea del uso del color de Le Corbusier, va aunada al acontecer de sucesos tales como el desarrollo de los planteamientos conjuntos de Van Doesburg y Van Eesteren, los cuales constituyen el otro caso de mayor manifestación de valor realizado en una integración de color en la arquitectura del siglo xx, que aunque aplicados prácticamente en contadas situaciones, conforman, así como parte de la obra de Rietveld, una enseñanza y una consecución de un máximo nivel en cuanto a la naturaleza de su propia expresión. Un gran número de casos de arquitectura cromática, a la vez relacionada con planteamientos pictóricos acaecidos durante esos años del primer periodo heroico del movimiento moderno en sitios tan diversos como Francia, Holanda, Alemania o Rusia, siempre relacionados con las directrices de vanguardia correspondientes, son contemporáneos de estos logros.

En la obra de Luis Barragán las influencias pictóricas derivan de autores como Jesús "Chucho" Reyes Ferreira, de quien comentaba había sido "un gran amigo que con su infalible buen gusto estético fue maestro en ese difícil arte de ver con inocencia" y "un gran maestro que humilde y cariñosamente nos enseñó a ver"; y de otros grandes pintores como De Chirico –de quien tanto se ha mencionado el paralelismo existente entre una parte considerable de su pintura metafísica y el trabajo de Barragán–, a la vez que se pueden enunciar relaciones implícitas en su gusto por la obra de Magritte, Balthus y Delvaux; mientras que otros autores fueron valorados de manera común por él y por otros grandes arquitectos contemporáneos suyos o ligeramente precedentes, y que ciertamente, a través de concatenaciones particulares, llegaron a influirlo directa o indirectamente. Tal es el caso de Mondrian, de quien al observar obras tales como Composición con amarillo y azul, de 1922, se pueden reconocer muchas mayores vinculaciones que las que de antemano pudieran suponerse.

El cuadro de Josef Albers de la serie Homenaje al cuadrado, que en tonos cálidos cuelga en el comedor de la casa del propio Luis Barragán, debería a su vez servir para manifestar con toda claridad la profunda relación entre la obra de este último con la Bauhaus, realidad que muchas veces se desestima en su verdadera magnitud.

La capacidad y lucidez que siempre hicieron que Barragán se ubicase en la vanguardia de su tiempo y lo siga haciendo ahora a través de sus principios y del legado de su obra, le llevaban a mantener afectos plásticos que incluían a autores tan cercanos a él en espiritualidad como Mark Rothko, o tan aparentemente distintos de él en las técnicas empleadas pero emparentados por conceptualidad y cromatismo como es el caso de Christo, de quien opinaba que su trabajo era "una liberación".1

Junto a estos componentes de un sector de la atmósfera que envuelve a la obra barraganiana, el aprendizaje de los colores propios avanza por caminos que lo llevan a la absorción de maestrías inconscientes en el dominio de la arquitectura popular mexicana, con "sus paredes blanqueadas con cal; la tranquilidad de sus patios y huertas, el colorido de sus calles y el humilde señorío de sus plazas rodeadas de soleados portales". A lo que añadiría a continuación el maestro: "Y como existe un profundo vínculo entre esas enseñanzas y las de los pueblos del norte de África y de Marruecos, también éstos han marcado con su sello mis trabajos."

Aparece entonces el elemento de más trasfondo que Barragán reconocería como en un espejo en sus primeros viajes a esas costas, componente primario, básico y esencial, que tiene el nombre de Mediterráneo.

Y no sólo Andalucía o Castilla, el norte de África, o Les Colombières, obra maestra de Bac. Recorriendo y aprendiendo de todos los momentos históricos hasta llegar a ella, en la obra de Luis Barragán soplan aún vientos de Knossos, manifiestos en elementos de colores que, como en su obra, se baten en un duelo de danza con el sol y como en el rancho de su infancia en Mazamitla, Jalisco, también nos hacen pensar en tierra roja; en encalados blancos, en el color de las piedras y del cielo, presentes en edificios que deberían repintarse "cada dos años", en absoluto y total respeto a lo resuelto integralmente por el Poeta. No en un problema de mantenimiento, sino en un ritual de renacimiento, de retorno al principio.

Principio prevaleciente, tal y como él después de años de experiencias cromáticas finalmente resolvió de manera concluyente y con maestría incuestionable, en los muros de la terraza de su propia residencia, dignamente erguidos en su blancura absoluta, en sus superficies ocre y lila, y en sus acabados de mortero aparente; en el espejo de agua del patio interior de la casa Gálvez, totalmente circundado de rosa, donde la luz se vuelve pintora cada día al alterar los tonos cada hora; como en todos los espacios de la casa Gilardi, en que el azul y el rosa más intenso se armonizan de nuevo con el lila y el blanco –por no mencionar el equilibrio impecable existente en la resolución de la piscina–; en la celosía vibrantemente amarilla y el interior de la capilla del convento de Las Capuchinas, en que el naranja y el rosa se aúnan al color de la madera; en la casa Prieto López, en sus intensos ocres y en sus rocas; en la Plaza y Fuente del Bebedero en Las Arboledas con su muro azul, su alargado espejo de agua y su imponente y esbelto prisma blanco, o en el Muro Rojo; en la fuente igualmente ocre de Los Amantes en Los Clubes, circundada de intenso rosa; en el portón morado y los muros también rosas de la casa Egerstrom, en el que la blancura se ve acompañada del naranja; o en el caso de mayor dimensión y también quizá el peor cuidado de los que aún, bárbaramente, no han sido destruidos: las Torres de Satélite, caso especial, en el que, con un alto grado de prepotencia y necedad, quienes se han hecho cargo de su supuesto mantenimiento no sólo han permitido que les encimen puentes peatonales y letreros, sino que han cambiado absurda y abusivamente sus colores. No sólo una vez hace ya tiempo, sino dos ocasiones; cuando años atrás de nuevo el arquitecto, con motivo de la más notoria exposición organizada en su honor por un museo en México,2 había vuelto a indicar la coloración correcta en una gama que en su composición involucra desde el ocre al bermellón, de la cual se tiene además registro fotográfico original, misma que se restauró entonces para que posteriormente se volviera a destruir la veracidad y una parte mayoritaria de la obra de arte, cambiando la gama original y su perfecta "paleta de colores limitados" por el consabido desacierto cromático, auténtico baluarte de la más absoluta falta de respeto y ética, acerca de la cual Barragán había llegado previamente a expresar: "Actualmente han cambiado los colores y con ello ha cambiado todo." Ataque infame a una manifestación surreal y excelsa, a unos colores terrestres enaltecidos, espiritualmente poseídos, que se unían por contraste máximo con el azul del cielo, a los que además se les ha llegado a trastocar su condición mate por un brillo totalmente improcedente.

Siendo portadora de una inocencia comparable a la de muchos trabajos de Miró, tolerar que a la obra de Barragán se le deforme sería equivalente a permitir que alguien comprara un cuadro de Van Gogh, de Matisse o de Kandinsky y cambiase sus colores. Tanto como consentir que muera uno de los más claros ecos que, en el quehacer humano, se han escuchado de la voz de los jazmines, las buganvillas, las jacarandas, las cascadas y las piedras.

Herencia y patrimonio, no solamente de la tierra que lo vio nacer sino de toda la humanidad, la obra de Luis Barragán, poseedora de cualidades que unen en total armonía sentimiento y pensamiento, emoción y razón, se ha fundamentado, como alguna vez él lo expresó, en "las palabras belleza, poesía, embrujo, magia, sortilegio, encantamiento. Las palabras serenidad, silencio, misterio, asombro, hechizo"; pero además, como se percibe claramente al contemplarla, también en los valores de bondad, honestidad, inocencia, pureza, intuición metafísica, meditación, recogimiento, conciencia, libertad, valentía, audacia, alegría y paz.

Ejemplificadora de los criterios de Le Corbusier en el sentido de que "la Arquitectura es el juego sabio, correcto y magnífico de los volúmenes agrupados bajo la luz", y de que para "destacar la alegría del blanco, era necesario rodearlo del poderoso rumor de los colores", de la arquitectura de Barragán se puede decir lo que Picasso alguna vez expresó de la pintura al definirla como medio para luchar contra los enemigos de la humanidad.

Hoy más que nunca se necesitan esos medios. Se debe luchar para preservar las formas y los colores del maestro, o para recuperarlos en los casos correspondientes; para que ellos puedan combatir en defensa de los más elevados valores de la especie.

El mensaje universal de Barragán posee respuestas capitales ya que, como él dijo, "el hombre ha buscado siempre protegerse de la angustia y el temor. Ha procurado que los espacios que habita promuevan en su ánimo la serenidad", dado que, como también llegó a explicar de manera por demás generosa, "hemos trabajado [...] con la esperanza de que nuestra labor [...] coopere en la gran tarea de dignificar la vida humana por los senderos de la belleza y contribuya a levantar un dique contra el oleaje de deshumanización y vulgaridad". "Si al lograr reunir en nuestras obras algunos de estos conceptos no logramos resolver los problemas del hombre, al menos cooperamos a hacer su vida más plena, más hermosa y más llevadera y lo ayudaremos a no caer en la desesperanza."

La obra de Luis Barragán permanece no únicamente como producto resultante de la conjunción de lo mejor de las circunstancias que lo rodeaban, sino de la capacidad de ampliar éstas a través de la sensibilidad, la inteligencia y la voluntad; resumiendo el logro de la más elevada búsqueda de la esencialidad y la trascendencia.

No solamente como síntesis triunfante de lo que se ha sido y se es, sino como luz indicadora de todo lo que en un futuro podría llegarse verdaderamente a comprender y a ser.

1 Luis Barragán, en una conversación privada sostenida con el autor.

2 La exposición Luis Barragán, Arquitecto realizada por el Museo Rufino Tamayo, Ciudad de México, DF, México, Octubre de 1985 a enero de 1986.

Introduccion a "La vida eterna" de Fernando Savater.

“No son los argumentos racionales sino las emociones las que hacen creer en la vida futura.”
Bertrand RUSSELL, Por qué no soy cristiano

Para reflexionar acerca del plan de este libro –del que entonces no tenía más que el título y algo así como la sombra de su argumento, una forma vaga y oscilante proyectada platónicamente sobre el fondo oscuro de mi caverna interior—fui aquella mañana cálida de octubre a mi rincón favorito de Londres, el jardincillo de Red Lyon Square y me senté en el banco más alejado de la entrada, junto a la imagen tutelar del busto de Bertand Russell. A mi derecha entreveía el edificio donde tiene su docta sede la South Place Ethical Society un club de debate escéptico y racionalista. De inmediato acudieron docenas de palomas, convencidas de que a esa hora y en tal lugar un amable viejecito no podía traer otro deisgnio que echarles migas de pan. ¿La fuerza de la ilusión, el exhortgo de la creencia! Pero en este caso la ilusión no tenía porvenir y pronto se fueron, rumorosas y gremiales, hacia una señora aún más prometedora que acababa de sentarse en otro banco. También apareció una ardilla, pero que no esperaba nada de mí: atareada, segura de sí misma, atendía sus mínimos negocios bajo el pedestal recoleto del filósofo. Me gusta mucho esa efigie de Russell, que le presenta con un aire juvenil y una mueca de gnomo travieso. Fue precisamente un libro suyo, Religión y ciencia, el primero que articuló teóricamente los planteamientos escépticos de mi temprana incredulidad juvenil. Lo guardo entre los incunables más sobados de mi biblioteca, junto a Por qué no soy cristiano del mismo autor… Supongo que aún sin sus argumentos la fe religiosa me hubiera resultado igualmente imposible. Cuestión de carácter, quizá.

Y así llego a la pregunta inicial a partir de la cual se ha orientado –con mayoro menor propiedad—el vagabundo de las páginas que siguen. Me la hice por primera vez hace más de cuarenta años, cuando yo tenía en torno a los catorce. La reafirmé luego a los dieciséis o diecisiete, alentado por la lectura de los libros de Bertand Russell. Me la reitero ahora, retrocediendo la moviola del tiempo, en esta mañanita insólitamente primaveral del otoño londinense, mientras mi vecina de banco alimenta con profesionalidad a las insaciables palomas. ¿Cómo puede ser que alguien crea de veras en Dios, en el más allá, en todo el circo de lo sobrenatural? Me refiero naturalmente a personas inteligentes, sinceras, de cuya capacidad y coraje mental no tengo ningún derecho de dudar. Hablo sobre todo de contemporáneos, de quienes comparten conmigo la realidad tecnológica y virtual del siglo XXI. Hubo otros hombres creyentes, pero fue en el pasado (estación propicia a la fe, si se me permite parafrasear a Borges): Agustín de Hipona, Tomás de Aquino, Descartes, Isaac Newton, Kant… son pensadores de un talento que ni sueño con igualar y creyeron en las cosas más estupendamente inverificables. Sin embargo, quizá les condicionó el clima cultural abrumadoramente religioso en que vivieron (¿o no lo era ya tanto, en el caso de los últimos citados?). Puede que sometieran su expresión intelectual al lenguaje de la época, puesto que nadie ni entonces ni ahora es totalmente capaz de saltar por encima de ella hacía la plataforma de lo desconocido… Pero ya en el siglo XX o en los albores del XXI, tras Darwin, Nietzsche y Freud, después del espectacular despliegue científico y técnico de los últimos ciento cincuenta años, ahora, hoy… ¿sigue habiendo creyentes en el Super Padre justiciero e infinito, en la resurrección de los muertos y en la vida perdurable, amén? Así nos lo dicen, así parece. En 1916, a comienzos del siglo más pródigo en descubrimientos que ha conocido la humanidad, se hizo una encuesta entre los más destacados científicos del mundo, centrada en la pregunta: “¿cree usted en Dios?”. Aproximadamente el 40% respondió afirmativamente. En 1996, dos profesores americanos –el historiador Edward Larson, de la Universidad de Georgia y Larry Williams, de la Universidad de Maryland—repitieron el sondeo, prolongando la encuesta a lo largo de todo un año. El resultado fue el mismo: 40% de creyentes, 45% de ateos y un 15 de agnósticos, el equivalente al “no sabe, no contesta” de otros casos. De modo que afinales del gran siglo de la ciencia contemporánea los propios científicos siguen siendo más o menos tan “religiosos” como ochenta años y miles de descubrimientos cruciales antes.

Y no sólo los científicos, desde luego. En el terreno de la agitación política, la situación es mucho más alarmante. Hace quince años, Gilles Kepel publicó La revancha de Dios, un libro en aquel momento polémico y considerado casi provocativo que alertaba sobre el regreso de los radicalismos religiosos a la liza de las transformaciones políticas y sociales en todo el mundo. Hoy, tras las llamadas a la yihad de ciertos líderes musulmanes, el auge de los teocons en la Administración americana, el terrorismo de Al Qaeda, la guerra de Afganistán, la invasión de Irak, el agravamiento del enfrentamiento entre monoteísmos en Oriente Medio, el revival de la ortodoxia católica por la influencia mediática de Juan Pablo II, las manifestaciones dogmáticas en España contra la ley del matrimonio de homosexuales y la escuela laica, la crisis internacional por las caricaturas de Mahoma aparecidas en una revista danesa, etc., podemos asegurar que los pronósticos de Kepel han triunfado en toda la línea e incluso en bastantes casos se han quedado cortos. Para confirmarlo basta echar un vistazo el número 16 de la edición española de la revista Foreign Policy (agosto-septiembre de 2006) que publica en su portada el titular “Dios vuelta a la política” y en páginas interiores un reportaje significativamente titulado “Por qué Dios está ganando”. Puede que sea exagerado augurar tal victoria, pero desde luego Dios –es decir, losdioses y sobre todo los creyentes—sigue (o siguen) ocupando la palestra, frente a la ilustración racionalista en todas sus formas y terrenos. La religión continúa presente y a veces agresivamente presente, quizá no más que antaño pero desde luego no menos que casi siempre. La cuestión es: ¿por qué?

Es posible que esta mía sea una inquietud cándida, adolescente. Según parece es la primera que suele asaltar a quien se acerca a las creencias religiosas digamos desde “afuera”. ¿Por qué tantos creen vigorosamente en lo invisible y lo improbable? Una primera respuesta tentativa, a mi entender poco convincente, es laque dan algunos pensadores llamados “posmodernos”. Según ellos, lo que ha cambiado decisivamente es la propia cualidad de lafe. La noción misma de “verdad” se ha hecho relativa, ha perdido fuerza decisoria y absoluta: actualmente la verdad depende de la interpretación o la tradición cultural a partir de la cual se juzgan los acontecimientos de lo que antes se llamó con excesivo énfasis la “realidad”. Hoy sabemos ya que, en cierta manera relevante, cada uno “crea aquello en lo que cree” (como en su día, por cierto y desde una orilla distinta, apuntó Miguel de Unamuno). De modo que tan anticuado es tratar de verificar los contenidos de la creencia como pretender intransigentemente refutarlos… Una cosa es “creer” en la electricidad o la energía nuclear y otra muy distinta “creer” en la Virgen María. Pertenecen a registros distintos en el campo de la fe y exigen apoyos diferentes para sustentarse, unos tomados del campo de la experiencia y el análisis racional, los otros de emociones o querencias sentimentales. La explicación no me convence. Desde luego, estoy seguro de que existen campos semánticos distintos y aún distantes en la aplicación del término “verdad” de mi libro El valor de elegir), pero no creo que encontremos en tal dirección la solución de la perplejidad que aquí nos ocupa. Para empezar, descarto que la nociónde “verdad” carezca en todos los casos de un referente directo y estable en la realidad: cierta forma primordial de verdad como adecuación de lo que percibimos y concebimos con lo que existe independientemente de nosotros está vinculada a la posibilidad misma de supervivencia de la especia humana. Hemos desarrollado capacidades sensoriales a lo largo de la evolución y nuestros sentidos no sirven para “inventarnos” culturalmente realidades alternativas sino ante todo para captar con la mayor exactitud posible la que hay. Si no me equivoco, la mayoría de los creyentes religiosos no consideran su fe como una forma poética o metafórica de dar cuenta de sus emociones ante el misterioso universo y ante la vida (lo que podría ser aceptado por cualquier persona intelectualmente sensible) sinocomo explicaciones efectivas, y eficaces de lo que somos y de lo que podemos esperar. Cuando Juan Pablo II en su lecho de muerte dijo a los médicos que le rodeaban: “dejadmeir a la casa del Padre”, quiero pensar que no podía simplemente que le dejasen morir en paz sino que expresaba s u creencia en que –más allá de la muerte—recuperaría alguna forma de consciencia de sí mismo en una dimensión distinta pero también real y probablemente más placentera que sus dolores de agonizante. Del mismo modo, quienes creen en Dios y en lo sobrenatural sostienen visiones del mundo que aceptan como verdaderas en el sentido fuerte del término: piensan que Dios es Alguien y hace cosas, no que se trata sólo de una forma tradicional de suspirar y exclamar humanamente porlas tribulaciones de este mundo.

De modo que debemos aceptar la creencia en Dios y el más allá de otros aunque no la compartamos, y hay que tomarla en serio no como un residuo del pasado sino como algo estable y fiable que llega desde nuestros orígenes culturales (sea cual fuere nuestra cultura) hasta hoy mismo. Las razones antropológicas, psicológicas e incluso ontológicas de esta fe serán la primera pregunta en torno a la que merodeará este libro que aquí se inicia. Tendremos también que preguntarnos por la estructura intelectual de las creencias religiosas y sus mecanismos (sociológicos, psicológicos) de fabricación. ¿Qué garantías de veracidad ofrecen las religiones y cómo pueden justificarse? Algunos cínicos coincidirán en que el único secreto que sirve de peana a las creencias sobrenaturales es su utilidad social como calmante de las iras y desasosiegos populares. Famosamente, Marx dijo que “la religión es el opio del pueblo” y este dictamen ha sido repetido con populosa indignación por muchos revolucionarios; pero tampoco han faltado ilustrados de ayer y conservadores de hoy (Voltaire puede ser a veces un ejemplo de los primeros, numerosos teocons actuales de los segundos) que comparten la opinión de Marx con alivio, aunque no la vocean por prudente miramiento y que sin duda estiman socialmente importante la religión por su carácter de insustituible estupefaciente. Sin abandonar el registro de la utilidad sociológica, destacados teóricos siguen considerando a las religiones como el mejor fundamento para los valores morales (pese a que las iglesias que las organizan conceden a veces más peso a cuestiones rituales que a la justicia o la libertad) y también como el mejor “suplemento de alma” aunador capaz de aglutinar a los miembros de una colectividad (aunque en las naciones democráticas actuales, pluralistas y multiétnicas, más bien operen a veces como estímulo de enfrentamientos o banderías). En cualquier caso, oímos ahora con frecuencia recomendaciones discretas –casi me atrevería a decir tongue in cheek—delas versiones moderadas delas creencias tradicionales y de la piedad establecida como paliativos a la desestructuración social y a la llamada “crisis de valores”. Alto intentaré decir acerca de tan intrincadas cuestiones en páginas venideras…

Pero hay otro aspecto del asunto que me interesa especialmente. Algunas de las cuestiones de las que se ocupan las doctrinas religiosas –el universo, el sentido de la vida, la muerte, la libertad, los valores morales, etc.- son también los temas tradicionales de la reflexión filosófica. Por ejemplo, el filósofo francés Luc Ferry establece: “A la pregunta ritual”¿qué es la filosofía?”, desearía responder sencillamente así: un intento de asumir las cuestiones religiosas de un modo no religioso, o incluso antirreligioso”. Y concreta un poco más su postura: “La filosofía siempre se concibe como una rupturacon la actitud religiosa, en la forma de abordar y tratar las cuestiones que se plantea; pero al mismo tiempo conserva una continuidad menos visible, aunque también crucial, con la religión en el sentido de que recibe de ella interrogantes que sólo asume cuando ya han sido forjados en el espacio religioso”. Algo no muy diferente me parece que sostiene Maximo Cacciari, cuando en una entrevista periodística, aún reconociendo que no es creyente (“no creo en ese acto de fe que resune en el evangelio o en el judaísmo o enel islam… yo no puedo creer que el logos se haya hecho carne, que el crucifijo sea Dios, en eso no creo”), afirma que la figura que más detesta es la del ateo, porque vive como si no hubiera Dios: “Lo detesto porque creo que en este ejercicio mental yo no puedo dejar de pensar en lo último, en la cosa última, que el creyente, y nuestra tradición metafísica, filosófica, teológica ha llamado Dios. Es lo que decía Heidegger: “ateo es el que no piensa”. El que hace algo y punto, termina su tarea sin interrogarse sobre lo último. Pueden ser muy inteligentes, pero pensar es a fin de cuentas pensar en lo último”. No me parece demasiado justificada la santa cólera de Gacciari contra los ateos, porque al menos algunos de éstos también se dedican a pensar en lo último aunque no lo llamen Dios sino cualquier otro nombre no menos propio de nuestra tradición filosófica, como pudiera ser “Naturaleza”. Me refiero por ejemplo a filósofos como Marcel Gonche (y Heidegger, ya que estamos, tampoco habla de Dios como lo último, sino del Ser). Pero la vehemente opinión e Cacciari reivindicando la reflexión sobre lo último interesa al tema de este libro porque señala la vinculación entre el campo especulativo de la filosofía y aquello a lo que se refieren las doctrinas religiosas. Y desde luego el modesto ateo que firma estas páginas no quisiera dejar en modo alguno y sobre todo a priori de pensar sobre lo “último”, aunque opine que intentar acotar intelectualmente qué es lo último y por qué lo calificamos así sea un empeño enorme que gana cuando se libera de prótesi teológicas. Tal sera –Dios mediante—otro de los objetivos centrales de este libro…

Es indudable, que los filósofos, en el mejor de los casos, tratan de ocuparse de manera laica de lo mismo que preocupa a sacerdotes y teólogos. Unos y otros se plantean preguntas no instrumentales, que no pueden ser zanjadas por ninguna respuesta que nos permita despreocuparnos de ellas y pasar a otra cosa (como ocurre en el caso de la ciencia) y que no se refieren a cómo podemos “arreglarnos” con las cosas del mundo, sino a lo que somos y a lo que significa ser como somos. Las respuestas de la ciencia cancelan la pregunta a la que responden y nos permiten preguntasrnos cosas nuevas; las respuestas de la filosofía y de la teología abren y ahondan aún más la pregunta a la que se refieren, nos conceden plantearla de una forma nueva o más compleja pero no la cancelan jamás totalmente: sólo nos ayudan aconvivir con la pregunta, a calmar en parte nuestra impaciencia o nuestra angustia ante ella. Al menos así ocurre cuando filosfía y teología escapan a la tentación dogmática (propia de las iglesias y de académicos fatuos), que consiste en ofrecer respuestas “candeladoras” como las de la ciencia a preguntas que no son científicas. Por eso la ciencia progresa, mientras que filosfía y teología --¡en el mejor de los casos!—deben contentarse con ahondar. Pero en un aspecto fundamental se parecen la ciencia y lareligión, difiriendo en cambio la filosofía: las os primeras prometen resultados, herramientas o conjuros para salvarnos de los males que nos aquejan (gracias a desentrañar los mecanismos de la Naturaleza o a la fe en Dios); la filosofía en cambio sólo puede ayudar a vivir con mayor entereza en la insuficiente comprensión de lo irremediable. Ciencia y religión resuelven cada cual a su modo las cosas, la filosofía a lo más que llega es a curarnos en parte del afán de resolver a toda costa lo que quizá es (y no tiene por qué dejar de ser) irresoluble. De ahí que el propio Bertand Russel escribió en alguna parte que los filósofos se instalan como pueden en la incómoda zona mental que separa el firme suelo de la ciencia del etéreo y enigmático cielo de la religión…

De todas esas cosas habrá que hablar, pienso ahora con súbita pereza aquí –en Red Lyon Square—mientras ya se alejan codiciosas las palomas rezagadas (la ardilla sigue a lo suyo, analítica y escéptica). También de los temas adyacentes que se enreden al paso. Más que en cualquier otro de mis libros, en éste necesitaré la colaboración de lectores dispuestos a suplir con su curiosidad y agudeza razonante las deficiencias de quien va a plantearles todos estos temas. Se trata de apostar por la duda y el tanteo, no porlas creencias que dispensan de seguir pensando. Pero ¿y si, a fin de cuentas…? Se lo preguntaron a Bertand Russell: ¿y si, después de morir, despertase ante la Presencia definitiva, absoluta y resolutoria que siempre negó? Entonces ¿que? Russell contestó: “Entonces diría: Señor, no nos diste suficientes pruebas” (cuando se le planteó recientemente la misma pregunta al novelista Francisco Ayala, días ants de cunmplir cien años, repuso: “Le estrecharía cortésmente la mano, porque soy una persona educada, pero francamente quedaría muy sorprendido”). Situados nosotros mismos en ese momento imaginario –es decir, ya eterno—habría poco más que añadir por nuestra parte: de modo que aprovechemos en cambio para argumentar cuanto podamos antes, mientras dura el tiempo. He añadido a esta obra, como apéndices, un par de conferencias y varios artículos (por lo general aparecidos en El país), anteriores a la redacción del libro pero que anuncian los temas tratados en él. En ocasiones se repiten, como es lógico, algunas expresiones y argumentos.

Mi editor y amigo José Luis Castillejo echaba a faltar en Las preguntas de la vida la cuestión de Dios: supongo que ahora se dará por razonablemente satisfecho. María Ruiz ha leído varios capítulos del work in progress para vigilar y en su caso castigar tratamientos frívolos de cuestiones serias. Elisenda Julibert me ha enviado puntualmente cuantas obras de su sello consideraba interesantes par la redacción de ésta, editada en otro que le hace competencia. Gracias les sean dadas.