Lecciones de México: Ciudades y confianza social.
Lecciones de México: Ciudades y confianza social.
escrito por: Corbusier.
en el blog: Arquitecture and morality
traducido por: felipeno
Hice hace no mucho tiempo un viaje corto a la ciudad mas poblada que he visitado. A decir por su relativamente pequeño aeropuerto y su carencia de un racimo concentrado de torres altas, no era evidente que estaba entre los veinte millones o más habitantes que viven en la Ciudad de México.
Incuestionablemente mucho más denso que mi ciudad de origen, Dallas, con casi cada manzana de no menos de tres niveles de altura. Las avenidas, relativamente pequeñas en relación a la cantidad de tráfico que monta en ellas, extrañamente elevadas sobre la ciudad, se sienten más como bulevares urbanos de alta velocidad, con rampas cortas, carriles estrechos, y vistas en planta de los edificios circundantes.
A primera impresión, la Ciudad de México se siente más como una pequeña ciudad europea que otra cosa, a excepción del impacto de las torres corporativas que puntean el amplio paisaje del valle. Avenidas monumentales entrecruzadas en la ciudad, inter-seccionándose en glorietas con estatuas y fuentes ornamentales. Las técnicas del barón Haussman fueron evidentemente aplicadas por los planificadores de la ciudad en el siglo diecinueve para ganar la respetabilidad internacional y el prestigio cultural (similar a otras grandes capitales latinoamericanos tales como Buenos Aires). Tal tendencia de planeación es lógica considerando la influencia colonial española de la ciudad, en la cual la ciudad fue fundada por una plaza principal con una iglesia en un lado, un palacio de gobierno en otro, y una crujía de calles para habitación y pequeños comercios. La ciudad ha crecido exponencialmente desde sus días de fundación, y a pesar de la planeada intención de unificar visualmente una ciudad tan cambiante, la Ciudad de México es, en el mejor de los casos un remiendo parchado caótico de diversas vecindades, clases sociales, y calidades de construcción.
Digo esto desde el estrecho punto de vista de alguien que permanece y hace negocio en los distritos occidentales más ricos de la ciudad. Con sus frondosos paseos entre avenidas llenas de autos, sus cuatro o cinco edificios históricos que enmarcan cada avenida así como las servidumbres ajardinadas semi-privadas remetidas lejos de la calle, los recuerdos de ciudades europeas se accionaron en mi mente. Una observación más a fondo, me recordó porqué esta parte de Ciudad de México es absolutamente diferente de las ciudades europeas a las que aspira, pues emite la impresión que gran parte de ella es un revoltijo desorganizado. Ya que yo mismo soy un admirador de la belleza inesperada de tales revoltijos urbanos, estuve tratando de entender porqué un área tan vista de la ciudad dejó mi apreciación insatisfecha.
Mi francesismo me afecta en un nivel subconsciente, particularmente de la manera que percibo el orden y la belleza. A menudo tengo que templar mis tendencias "oh-tan-Francesas" a crear volúmenes y espacios monumentales austeros por una clase más inglesa de espontaneidad y aleatoriedad. Tal contradicción de influencias mentales da, de hecho, forma a la impresión que percibo de los lugares que visito, por eso pienso realmente que la Ciudad de México es una ciudad intrigante a pesar de sus obvios defectos socio económicos. Roma lleva un lugar especial en mi corazón por razones similares, con una aleatoriedad similar matizada por un refinado sentido italiano de la materialidad y el detalle que por mucho no es distinguible ni siquiera en las zonas más lujosas de la capital mexicana. ¿Por qué? La respuesta viene de la idea de que la arquitectura es una interpretación muy exacta de la cultura que la edifica. Los habitantes en esta enorme ciudad aspiran claramente por sus edificios a expresar su modernidad y su sofisticación cultural pero están claramente limitados por la discordancia entre clases sociales, la carencia de la aplicación de regulaciones y un espacio público gobernado por la inseguridad.
El ultimo punto es probablemente el más llamativo durante mi visita. No se me permitió confiar en ninguna compañía del taxi, ni era capaz de evadir la constante vigilancia de los guardias de seguridad (a no más de 50 pies uno de otro). Casi en cada aparador, particularmente de tiendas de marcas prestigiadas, hay un guardia armado y de pie a la espera de sorprender a algún "shoplifter". En distritos suburbanos donde prácticamente todos los habitantes son ricos, los accesos están bloqueados, con guardias armados parados afuera para prevenir el acceso de algún no deseado. Para ir a una junta de negocios, tuve que entregar mi identificación y esperar afuera del edificio a que una señora detrás de una ventana a prueba de balas checara mi nombre en una lista de visitantes. En calles escénicas residenciales, las paredes planas y opacas puertas alinean la acera. Es imposible ver hacia la calle desde el nivel del suelo, algo que los americanos suburbanos damos por hecho a través de nuestros jardines frontales. Entiendo que las ciudades históricamente densas contengan bloques residenciales donde hay poca abertura hacia el exterior, mientras que las vistas principales se orientan a los patios privados. Pero incluso en las mas admiradas ciudades europeas , la visibilidad de la calle desde el nivel del suelo dentro de una residencia se agradece. Ciertamente uno no tiene la sensación que le están mirando o siguiendo.
Aunque amo lo impredecible y la individualidad, tiene que haber un cierto nivel de regulación. Las aceras públicas no deben ser usurpadas, los gráficos comerciales y otros letreros no deben aparecer donde sea en el exterior de un edificio, y una estructura nunca debe dejarse a medias aunque este completamente ocupada. La seguridad pública tiene de hecho su lugar, y me impresiono mucho cómo el diseño de los sistemas de salida de emergencia (pasillos sin salida) es rutinariamente ignorado, barandales inexistentes y rampas en edificios nuevos que se agregan posteriores a la edificación. No estoy tratando de ser quisquilloso, solo que si encuentro ciertas mínimas medidas de seguridad necesarias en un área tan propensa a terremotos masivos. Cruzar una calle normal se dificulta por los encintados de un pie de altura, diseñados para evitar que los coches suban a las áreas peatonales. Uno tiene que andar trepando los encintados, lo que hace dar un paseo ocasional algo difícil.
Donde hay poca seguridad pública habrá poca vida pública. Me sorprendió cómo una ciudad tan densa como la Ciudad de México, tiene relativamente pocos peatones. Parecería que la mayoría de la gente toma los taxis directamente de su salida a su destino, con poco interés en dar un paseo más allá. Aquí, todo es "Point-to-Point". En la noche los restaurantes y los clubs pueden estar llenos de gente, pero afuera nadie camina en la calle. No los culpo, puesto que yo tampoco desearía tomar a mi familia para una caminata a lo largo de las aceras de la ciudad. Son estrechas, sin mantenimiento y desiguales debido a las rampas de coche cada pocos pies. No diré que éste no es un problema en los E.E.U.U., ya que en muchos lugares, existe (mi propia vecindad no tiene ninguna acera). Pero en una ciudad cuyo modelo pretenden ser las ciudades extremadamente peatón-amigables de Europa, uno esperaría contar con más vida urbana especialmente en uno de los centros metropolitanos más poblados del mundo.
Este tipo de defectos son muestra de un más amplio patrón de carencia de confianza social en países en vías de desarrollo. Uno de los ingredientes esenciales para la prosperidad de una nación es un alto nivel de confianza social, permitiendo un ambiente donde extraños puedan interactuar libremente el uno con el otro, colaborar en empresas a riesgo compartido, proporcionar el capital a las ideas del empresario y así sucesivamente. No es suficiente un sistema de leyes para forzar a extraños a confiar, es imprescindible que el respeto por las características de la otra persona y la dignidad del ser humano sean profundamente inculcados en la psicología cultural de una sociedad. Tales regulaciones no escritas pero conscientemente entendidas hacen posible que los automovilistas no contemplen el conducir excesivamente cerca de las aceras, que las ventanas a nivel de calle sean desprotegidas, para que la gente ande alrededor de la ciudad o de un almacén sin el guardia uniformado cuidando el negocio. Lo más importante es que esa confianza social hace posible que las ciudades sean más vivibles, para que la vida sea un poco más fácil sin tener que preocuparnos de nuestra propia seguridad. Hasta que ese nivel de estabilidad social no se alcance, los ricos se amurallarán lejos de los pobres, los pobres permanecerán en sus ghettos, y la influencia burguesa de valores de respeto, decencia y ambición será sofocada. El aislamiento de clases retrasa el progreso en todos los frentes, incluyendo el desarrollo de ciudades económicamente dinámicas y móviles.
Las áreas suburbanas occidentales de la Ciudad de México tienen muchas cosas maravillosas pero siempre estan junto a los impedimentos que evitan que de verdad sean lugares agradables para vivir. La nueva clase media-alta mexicana ha estado creciendo rápidamente, y ha estado llenando las aspiraciones occidentales del área metropolitana de las nuevas torres de apartamentos, de las subdivisiones exclusivas, y de los centros comerciales llamativos. Las vistas desde las laderas son espectaculares, las cuestas tan escarpadas como ésas en San Francisco y los colores calientes coloridos de las fachadas cúbicas de las casas que se añaden a la belleza natural del área. Las áreas suburbanas imposibilitan cualquier vida peatonal en la calle, pero la igualan allí, los encintados de la calle son altos, los guardias están en todas partes, y los centros comerciales deben acomodar a los chóferes (en la Ciudad de México, los chóferes son mucho menos un símbolo de status que un medio de evitar usar los taxis en los que no se puede confiar, especialmente para los individuos de clase social alta). Todos los ingredientes están allí para hacer de las cercanías occidentales de la Ciudad de México un destino obligado para los visitantes, pero las manifestaciones arquitectónicas de bajisima confianza pública la hacen apenas otra área donde la nueva riqueza se queda en donde mismo. Las comunidades aquí no se definen por un sentido abstracto de conciencia cívica sino que lo hacen por la consistencia de la clase social.
La lección para mí es que hay un alto potencial de crear espacios públicos agradables en nuestro propio país. La confianza social en los Estados Unidos es muy alta, y la facilidad con la que cualquiera de nosotros puede vagar por donde quiera no debería menospreciarse. Prefiero por mucho el gusto arquitectónico de la élite mexicana sobre sus contrapartes americanas, ya que adoptan agresivamente tendencias contemporáneas de diseño y no sienten ninguna presión por restablecer estilos del pasado de manera superficial. Pero toda la libertad de diseñar tan libremente como uno quisiera tiene muy poca influencia sobre la excesiva inseguridad de la vida diaria en países menos desarrollados. Puedes diseñar otro París, pero sin grandes mejoras tan fundamentales como la confianza social, los habitantes preferirán vivir en una ciudad más mundana como Dallas.
escrito por: Corbusier.
en el blog: Arquitecture and morality
traducido por: felipeno
Hice hace no mucho tiempo un viaje corto a la ciudad mas poblada que he visitado. A decir por su relativamente pequeño aeropuerto y su carencia de un racimo concentrado de torres altas, no era evidente que estaba entre los veinte millones o más habitantes que viven en la Ciudad de México.
Incuestionablemente mucho más denso que mi ciudad de origen, Dallas, con casi cada manzana de no menos de tres niveles de altura. Las avenidas, relativamente pequeñas en relación a la cantidad de tráfico que monta en ellas, extrañamente elevadas sobre la ciudad, se sienten más como bulevares urbanos de alta velocidad, con rampas cortas, carriles estrechos, y vistas en planta de los edificios circundantes.
A primera impresión, la Ciudad de México se siente más como una pequeña ciudad europea que otra cosa, a excepción del impacto de las torres corporativas que puntean el amplio paisaje del valle. Avenidas monumentales entrecruzadas en la ciudad, inter-seccionándose en glorietas con estatuas y fuentes ornamentales. Las técnicas del barón Haussman fueron evidentemente aplicadas por los planificadores de la ciudad en el siglo diecinueve para ganar la respetabilidad internacional y el prestigio cultural (similar a otras grandes capitales latinoamericanos tales como Buenos Aires). Tal tendencia de planeación es lógica considerando la influencia colonial española de la ciudad, en la cual la ciudad fue fundada por una plaza principal con una iglesia en un lado, un palacio de gobierno en otro, y una crujía de calles para habitación y pequeños comercios. La ciudad ha crecido exponencialmente desde sus días de fundación, y a pesar de la planeada intención de unificar visualmente una ciudad tan cambiante, la Ciudad de México es, en el mejor de los casos un remiendo parchado caótico de diversas vecindades, clases sociales, y calidades de construcción.
Digo esto desde el estrecho punto de vista de alguien que permanece y hace negocio en los distritos occidentales más ricos de la ciudad. Con sus frondosos paseos entre avenidas llenas de autos, sus cuatro o cinco edificios históricos que enmarcan cada avenida así como las servidumbres ajardinadas semi-privadas remetidas lejos de la calle, los recuerdos de ciudades europeas se accionaron en mi mente. Una observación más a fondo, me recordó porqué esta parte de Ciudad de México es absolutamente diferente de las ciudades europeas a las que aspira, pues emite la impresión que gran parte de ella es un revoltijo desorganizado. Ya que yo mismo soy un admirador de la belleza inesperada de tales revoltijos urbanos, estuve tratando de entender porqué un área tan vista de la ciudad dejó mi apreciación insatisfecha.
Mi francesismo me afecta en un nivel subconsciente, particularmente de la manera que percibo el orden y la belleza. A menudo tengo que templar mis tendencias "oh-tan-Francesas" a crear volúmenes y espacios monumentales austeros por una clase más inglesa de espontaneidad y aleatoriedad. Tal contradicción de influencias mentales da, de hecho, forma a la impresión que percibo de los lugares que visito, por eso pienso realmente que la Ciudad de México es una ciudad intrigante a pesar de sus obvios defectos socio económicos. Roma lleva un lugar especial en mi corazón por razones similares, con una aleatoriedad similar matizada por un refinado sentido italiano de la materialidad y el detalle que por mucho no es distinguible ni siquiera en las zonas más lujosas de la capital mexicana. ¿Por qué? La respuesta viene de la idea de que la arquitectura es una interpretación muy exacta de la cultura que la edifica. Los habitantes en esta enorme ciudad aspiran claramente por sus edificios a expresar su modernidad y su sofisticación cultural pero están claramente limitados por la discordancia entre clases sociales, la carencia de la aplicación de regulaciones y un espacio público gobernado por la inseguridad.
El ultimo punto es probablemente el más llamativo durante mi visita. No se me permitió confiar en ninguna compañía del taxi, ni era capaz de evadir la constante vigilancia de los guardias de seguridad (a no más de 50 pies uno de otro). Casi en cada aparador, particularmente de tiendas de marcas prestigiadas, hay un guardia armado y de pie a la espera de sorprender a algún "shoplifter". En distritos suburbanos donde prácticamente todos los habitantes son ricos, los accesos están bloqueados, con guardias armados parados afuera para prevenir el acceso de algún no deseado. Para ir a una junta de negocios, tuve que entregar mi identificación y esperar afuera del edificio a que una señora detrás de una ventana a prueba de balas checara mi nombre en una lista de visitantes. En calles escénicas residenciales, las paredes planas y opacas puertas alinean la acera. Es imposible ver hacia la calle desde el nivel del suelo, algo que los americanos suburbanos damos por hecho a través de nuestros jardines frontales. Entiendo que las ciudades históricamente densas contengan bloques residenciales donde hay poca abertura hacia el exterior, mientras que las vistas principales se orientan a los patios privados. Pero incluso en las mas admiradas ciudades europeas , la visibilidad de la calle desde el nivel del suelo dentro de una residencia se agradece. Ciertamente uno no tiene la sensación que le están mirando o siguiendo.
Aunque amo lo impredecible y la individualidad, tiene que haber un cierto nivel de regulación. Las aceras públicas no deben ser usurpadas, los gráficos comerciales y otros letreros no deben aparecer donde sea en el exterior de un edificio, y una estructura nunca debe dejarse a medias aunque este completamente ocupada. La seguridad pública tiene de hecho su lugar, y me impresiono mucho cómo el diseño de los sistemas de salida de emergencia (pasillos sin salida) es rutinariamente ignorado, barandales inexistentes y rampas en edificios nuevos que se agregan posteriores a la edificación. No estoy tratando de ser quisquilloso, solo que si encuentro ciertas mínimas medidas de seguridad necesarias en un área tan propensa a terremotos masivos. Cruzar una calle normal se dificulta por los encintados de un pie de altura, diseñados para evitar que los coches suban a las áreas peatonales. Uno tiene que andar trepando los encintados, lo que hace dar un paseo ocasional algo difícil.
Donde hay poca seguridad pública habrá poca vida pública. Me sorprendió cómo una ciudad tan densa como la Ciudad de México, tiene relativamente pocos peatones. Parecería que la mayoría de la gente toma los taxis directamente de su salida a su destino, con poco interés en dar un paseo más allá. Aquí, todo es "Point-to-Point". En la noche los restaurantes y los clubs pueden estar llenos de gente, pero afuera nadie camina en la calle. No los culpo, puesto que yo tampoco desearía tomar a mi familia para una caminata a lo largo de las aceras de la ciudad. Son estrechas, sin mantenimiento y desiguales debido a las rampas de coche cada pocos pies. No diré que éste no es un problema en los E.E.U.U., ya que en muchos lugares, existe (mi propia vecindad no tiene ninguna acera). Pero en una ciudad cuyo modelo pretenden ser las ciudades extremadamente peatón-amigables de Europa, uno esperaría contar con más vida urbana especialmente en uno de los centros metropolitanos más poblados del mundo.
Este tipo de defectos son muestra de un más amplio patrón de carencia de confianza social en países en vías de desarrollo. Uno de los ingredientes esenciales para la prosperidad de una nación es un alto nivel de confianza social, permitiendo un ambiente donde extraños puedan interactuar libremente el uno con el otro, colaborar en empresas a riesgo compartido, proporcionar el capital a las ideas del empresario y así sucesivamente. No es suficiente un sistema de leyes para forzar a extraños a confiar, es imprescindible que el respeto por las características de la otra persona y la dignidad del ser humano sean profundamente inculcados en la psicología cultural de una sociedad. Tales regulaciones no escritas pero conscientemente entendidas hacen posible que los automovilistas no contemplen el conducir excesivamente cerca de las aceras, que las ventanas a nivel de calle sean desprotegidas, para que la gente ande alrededor de la ciudad o de un almacén sin el guardia uniformado cuidando el negocio. Lo más importante es que esa confianza social hace posible que las ciudades sean más vivibles, para que la vida sea un poco más fácil sin tener que preocuparnos de nuestra propia seguridad. Hasta que ese nivel de estabilidad social no se alcance, los ricos se amurallarán lejos de los pobres, los pobres permanecerán en sus ghettos, y la influencia burguesa de valores de respeto, decencia y ambición será sofocada. El aislamiento de clases retrasa el progreso en todos los frentes, incluyendo el desarrollo de ciudades económicamente dinámicas y móviles.
Las áreas suburbanas occidentales de la Ciudad de México tienen muchas cosas maravillosas pero siempre estan junto a los impedimentos que evitan que de verdad sean lugares agradables para vivir. La nueva clase media-alta mexicana ha estado creciendo rápidamente, y ha estado llenando las aspiraciones occidentales del área metropolitana de las nuevas torres de apartamentos, de las subdivisiones exclusivas, y de los centros comerciales llamativos. Las vistas desde las laderas son espectaculares, las cuestas tan escarpadas como ésas en San Francisco y los colores calientes coloridos de las fachadas cúbicas de las casas que se añaden a la belleza natural del área. Las áreas suburbanas imposibilitan cualquier vida peatonal en la calle, pero la igualan allí, los encintados de la calle son altos, los guardias están en todas partes, y los centros comerciales deben acomodar a los chóferes (en la Ciudad de México, los chóferes son mucho menos un símbolo de status que un medio de evitar usar los taxis en los que no se puede confiar, especialmente para los individuos de clase social alta). Todos los ingredientes están allí para hacer de las cercanías occidentales de la Ciudad de México un destino obligado para los visitantes, pero las manifestaciones arquitectónicas de bajisima confianza pública la hacen apenas otra área donde la nueva riqueza se queda en donde mismo. Las comunidades aquí no se definen por un sentido abstracto de conciencia cívica sino que lo hacen por la consistencia de la clase social.
La lección para mí es que hay un alto potencial de crear espacios públicos agradables en nuestro propio país. La confianza social en los Estados Unidos es muy alta, y la facilidad con la que cualquiera de nosotros puede vagar por donde quiera no debería menospreciarse. Prefiero por mucho el gusto arquitectónico de la élite mexicana sobre sus contrapartes americanas, ya que adoptan agresivamente tendencias contemporáneas de diseño y no sienten ninguna presión por restablecer estilos del pasado de manera superficial. Pero toda la libertad de diseñar tan libremente como uno quisiera tiene muy poca influencia sobre la excesiva inseguridad de la vida diaria en países menos desarrollados. Puedes diseñar otro París, pero sin grandes mejoras tan fundamentales como la confianza social, los habitantes preferirán vivir en una ciudad más mundana como Dallas.
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