LA ARQUITECTURA DEL AFUERA: UNA CRÍTICA ARQUITECTONICA TANGENCIAL
Arq. VERONICA M. E. ZAGARE
“No ha aparecido en todo el mundo el más mínimo pensamiento, por complicado que haya sido, que no se haya hecho piedra en un edificio” |
Resultará extraño, pero es necesario primeramente aclarar lo que NO se pretende hacer en este texto. Primero, no se pretende comparar dos disciplinas, como lo son la arquitectura y la filosofía. Segundo, tampoco se busca justificar hechos arquitectónicos o darle un sustento que provenga del campo filosófico.
El pensamiento como entidad toma varias formas. Podemos hablar de pensamiento científico, pensamiento artístico, pensamiento filosófico…
Cada disciplina piensa con sus propias herramientas y utilizando sus diferentes métodos. Pero estos pensamientos, a pesar de haber sido generados por caminos distintos, no están disociados. La condición rica del pensamiento es su viaje continuo por las distintas disciplinas. Cada actividad está ligada a la otra a través del pensamiento y ésta genera sus propias ideas manteniendo un contacto intermitente con las demás. Es así como por ejemplo, Deleuze ha tomado conceptos provenientes de un pensamiento puramente científico para hacer filosofía; Artaud ha captado conceptos de la filosofía para hacer teatro; y así podemos citar muchos ejemplos.
De esta manera, nos encontramos con un tema ya planteado por el mismo Deleuze hace algunos años…Si nosotros, a través de cual sea nuestra disciplina, nos preguntamos acerca de nuestros temas, sean cuáles fueren, hacemos filosofía. Entonces, no podemos preguntarnos, ¿Qué es la Arquitectura? Sino... ¿Qué es la filosofía? Porque es eso lo que estamos haciendo.
Es así como en este ejercicio, lo que busco es tomar conceptos que provengan del campo de la filosofía como excusa para generar una reflexión que se inmiscuya en los aspectos más viscerales de la arquitectura, y por sobre todo, que nos de pié para producir, cada uno de nosotros, un propio pensamiento acerca de la situación de la arquitectura en este comienzo de siglo. No vamos a hablar de generalidades, ni de particularidades, sino a presentar conceptos.
LA CRÍTICA
La crítica, al constituirse como actividad, ejerce el rol de línea de fuga en un movimiento continuo de asociación y disociación de lo personal con lo colectivo. Existen tantos caminos a tomar para establecer una crítica arquitectónica como arquitectos con vocación de reflexionar. Pero principalmente, nunca se ha discutido que para que esa crítica arquitectónica pueda tener lugar, tiene que existir un hecho arquitectónico que se constituya como objeto de estudio. Siguiendo esta postura, podemos establecer una crítica desde un punto de vista meramente pragmático, documentando y analizando los aspectos visibles de los hechos arquitectónicos existentes. Este método retoma los lineamientos de las primeras aproximaciones a la crítica en la disciplina, siendo eje de una reflexión cuya certeza y cuya claridad resultan indiscutibles.
Por otro lado, en cambio, podemos tomar un camino un poco más difícil de transitar, en el que el ejercicio de la crítica trascienda las barreras arquitectónicas de la existencia y penetre en otros campos de acción. Este camino rizomático y no-lineal nos permite interconectar producciones arquitectónicas de distintas índoles. Al confrontarlas en un análisis a-jerárquico, estas obras cumplen únicamente el rol de “excusas” para el desarrollo de una reflexión profunda acerca de la disciplina arquitectónica en general. Por lo tanto, ya no resulta tan importante criticar “una” obra de arquitectura como si esta fuese un objeto de contemplación que se separa de lo pagano para ser analizado en su carácter de obra de arte, sino que el punto clave de esta reflexión ya no necesariamente está en el objeto existente, sino que radica en lo metafísico y en lo social. Como decía Nathan Silver, en la “Arquitectura sin edificios”.[1]
“La arquitectura ha sido el gran libro de la humanidad, la expresión principal del hombre en sus diferentes estadios del desarrollo, sea éste bajo la forma de la fuerza o de la inteligencia.” [2]
En los últimos años hemos asistido a muchos cambios radicales en conceptos como realidad, historia, filosofía, política y otros temas generales que atañen a las sociedades contemporáneas. Luego de muchos intentos por constituir una cultura universal, desde mediados del siglo pasado las sociedades fueron presenciando la caída de estos ideales unidireccionales y la afloración del pluralismo aceptado como nuevo contexto. La arquitectura nunca fue ajena a estos cambios. Esta es la principal razón por la cual una manera pluralista de hacer crítica es necesaria. Ya no encontramos un único tema importante en un “hecho arquitectónico”, ya que cada hecho necesita de los demás acontecimientos contextuales y humanos. Al referirnos a la producción arquitectónica como “hecho”, estamos bajando del pedestal al edificio, para quitarle su jerarquía adquirida durante tantos años. El edificio “es”, junto con su contexto mediato e inmediato, su gente, las actividades desarrolladas en él, la luz, el aire, el vacío, el lleno. Todo conforma este hecho arquitectónico. Y sus límites van desapareciendo. A medida que vamos entendiendo el edificio como un conjunto de acontecimientos, éste va aportando valores que pueden servirnos para hablar de la disciplina arquitectónica en general, más que para simplemente constituirse como un objeto de estudio aislado.
En esta ocasión propongo realizar un ejercicio de participación en la experiencia crítica de la arquitectura, más que en la erudición de la opinión personal. Propongo un ejercicio en el que se explore a través de cuestiones generales que atañen a la existencia de la arquitectura como un valor más de las sociedades. Como la piedra que es tallada con un gesto más del “ser social”.
Concretamente, trataremos de vivir dos fines y comienzos de siglo totalmente diferentes, y mediante esta diferencia, poder comprender el presente de nuestra sociedad visto a través del ojo de la arquitectura. Los puntos focales serán los períodos 1890-1930, y 1990-2003, y girará alrededor de un eje: el estudio del devenir de la arquitectura a través del análisis de los conceptos de historia y territorio. Los dos puntos mencionados no pretenden ser tomados como únicos puntos de contacto entre los dos períodos, sino que pretenden ser simplemente dos cuestiones para que cada uno de nosotros experimente la arquitectura formulando su propia crítica. Pensando en el devenir de la arquitectura en su carácter pluralista y rizomático.
El concepto historia proviene del griego y quiere decir “conocimiento adquirido mediante investigación”. Esto viene a significar “relato de hechos” ordenados específicamente en forma cronológica. Esta concepción de historia fue sostenida durante muchos siglos desde los orígenes, marcando una historia compuesta por hechos ordenados a lo largo de una línea de tiempo. Cuando parecía que el hombre lo había inventado todo, de pronto éste descubrió que se había inventado a si mismo como sujeto-centro del mundo conocido. Esta imagen lineal estaba estrechamente relacionada con una concepción única del universo. La realidad era concebida como causa y consecuencia. La unidad y la jerarquía regían un mundo en el que cada cosa era en si misma, como también era con respecto a un todo general. Por lo tanto, la historia era un conjunto de sucesos que pasaban a transformarse en puros elementos de categorización y estudio. Recién con las concepciones filosóficas modernas este concepto de linealidad fue trastocado y cuestionado. Esto no quiere decir que hasta ese momento la historia haya sido lineal y luego cambió, sino que hasta ese momento, la concepción humana de la historia no había trascendido sus propios límites. Con los pensamientos de filósofos contemporáneos como Michel Foucault, Gilles Deleuze, Jacques Derrida, Félix Guattari, Paul Virilio y Manuel de Landa entre otros, este concepto “historia” fue adquiriendo otras connotaciones, las cuales repercutieron directamente en las producciones artísticas y arquitectónicas.
HISTORIA, ARTE Y ARQUITECTURA – 1890-1930 / 1990-2003
La relación que tuvo la arquitectura y el arte de fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX fue muy característica de las concepciones filosóficas y ontológicas que estaban proliferando en ese tiempo. Todavía esta relación lineal con una historia, cargada de elementos cuan catálogo, estaba siendo tomada o rechazada mayormente en aspectos estilísticos. Si el Art Nouveau se manifestó en contra de un historicismo en pro de un internacionalismo, lo hizo mediante una negación de la utilización de un repertorio ecléctico que adicionaba elementos provenientes de arquitecturas pasadas. Entonces apareció esa línea vivaz y desprejuiciada que corría dando vida a los espacios. Por lo tanto, si ese Art Nouveau fue Secesión en Viena, y luego dio luz a un Protorracionalismo, esto se denotó en el cambio de formas. En la aparición de un gusto de autor y un gusto social.
Las “vanguardias” artísticas, como suelen llamarlas, también promovieron un corte y un comienzo desde el grado cero. Toda vanguardia artística y arquitectónica intentó desde los manifiestos hasta las obras concretamente, establecer un corte en esa línea de tiempo histórica a través de nuevas visiones de presente y futuro tanto arquitectónico como urbanístico, político, estético, social o tecnológico.
“Desde el Siglo XVIII no ha existido Arquitectura.(…) Obligatoriamente se debe volver a empezar desde el principio.”[3]
Pero en la época contemporánea se dijo entonces que todo es diferencia desplazada y que el ser no existe como tal. Para que haya diferencia, tiene que haber oposición y a la vez, atracción. A pesar de que el concepto de diferencia ya había sido tratado por Platón, fue retomado con mayor intensidad y con otro sentido por filósofos como Derrida, Deleuze o Guattari muchos siglos después. Y esto revirtió algunos de los paradigmas existentes, como por ejemplo, ese concepto de vanguardia que había sido atribuido a las producciones artísticas y arquitectónicas desarrolladas a comienzos del siglo XX. Si todo es diferencia desplazada, y esa diferencia significa una relación entre dos elementos, negar algo existente habla de un continuo. Y tiene mucho que ver con el eterno retorno de Nietzsche, en el que el ser no retornaba a si mismo, sino que retornaba con capacidad de diferencia, con posibilidades de ser diferente, porque siempre iba a ser diferente al retornar. Aunque parezcan muy lejanas al arte, estas concepciones remiten directamente a él. Las supuestas vanguardias pretendieron comenzar desde cero. En realidad lo que hicieron fue continuar la historia pero no linealmente, sino de una manera múltiple. Negaron lo anterior, pero desplazaron la diferencia. Entonces la historia nunca fue lineal pero se concebía de esa manera a comienzos del siglo XX. Esa es la razón del simulacro de la tabula rasa.
Incluso en el denominado “período heroico de la arquitectura moderna”[4], la revolución tuvo que ver más con la búsqueda de la renovación de los viejos símbolos arquitectónicos y su sustitución por nuevas formas, afirmando aún más la relación con el pasado a través de una toma de conciencia de sus elementos y su intención de negación.
" El arte no existe para reproducir lo visible, sino para hacer visible, lo que esta mas allá del mundo."[5]
Por nuestros días, y luego de haber intentado crear una arquitectura universal, la disciplina arquitectónica sucumbió ante la multiplicidad y la concepción de historia no lineal contemporánea. Las producciones arquitectónicas de este comienzo de siglo XXI denotan esta posición tangencial a través de la utilización de la diferencia como móvil primordial de la práctica proyectual. La historia ya no es un catálogo de formas ni vacíos, sino que es un continuo presente desplazado del cual pueden extraerse conceptos más que elementos físicos.
Esto disloca el concepto de contexto en la arquitectura. ¿Qué es el contexto? ¿Puede el contexto reducirse puramente a aspectos físicos limitados a la ubicación, clima o edificaciones lindantes? ¿Puede el contexto separarse de los valores metafísicos de la sociedad? ¿Una arquitectura de contexto es acaso aquella que sólo utiliza las piedras de la zona para levantar sus muros?
Un contexto es mucho más. Está unido a la historia, al devenir de la arquitectura; al acontecimiento en sí. No existen las jerarquías, y menos ante dos conceptos como contexto e historia. Los dos operan de la misma manera en un hecho arquitectónico. Son fuerzas externas e internas que hacen que el edificio adquiera un carácter ampliado que va más allá de la función, la figura o el fondo.
Pueden verse casos de proyectos en los que se hayan desarrollado estas relaciones entre historia, contexto y proyecto arquitectónico. Estos casos pueden ser, por ejemplo, las últimas producciones de Zaha Hadid, Zaera Polo, Ben Van Berkel (Un Studio), Rem Koolhaas, Herzog & De Meuron, Marcelo Spina, Rafael Iglesia, Ciro Najle, Ignacio Dahl Rocha...
Este tipo de proyectos, nacionales e internacionales, constituyen un punto de fuga para la crítica arquitectónica de la disciplina en nuestros días. Uno de los casos más marcados de esta relación con la historia y el contexto es el proyecto desarrollado por el estudio Zaha Hadid para el concurso internacional de la Gran Mezquita de Estrasburgo. En este proyecto, en lugar de diseñar un edificio en el que la figura represente los valores estéticos de la cultura musulmana a través de su escritura en los muros, o sus trabajos de calados y estucos, el estudio realizó un proyecto diferente que mucho tiene que ver con la condición de “hacer visible lo invisible”.
El proyecto estéticamente poco tiene que ver con esos muros cargados de la Alhambra o del Taj Mahal, sin embargo, el concepto de historia, tradición, religiosidad y contexto están presentes de otra manera. Zaha Hadid introdujo en el edificio constantes que ya existían en las otras mezquitas. Valores como fragmentación, complejidad, religiosidad, el vacío cuidadosamente pensado, las luces y sombras, etc. Estos valores contextuales pasaron a concretizarse de una nueva manera, eludiendo ser citados a través de elementos o representaciones.
Mediante el análisis de este tipo de producciones, podemos ver cómo el comienzo del siglo que nos ha tocado vivir trae consigo una arquitectura que ha acrecentado intencionalmente sus puntos de contacto con la doctrina filosófica y ha desarrollado una experimentación sobre valores existentes en las sociedades de una manera que escapa a las convenciones puramente formales. Esta arquitectura no pretende encontrar una única salvación ni el comienzo desde un grado cero. La arquitectura ya no busca encuadrarse en estilos, sino que juega con sus límites; los limites tanto físicos como ideológicos.
UNA ARQUITECTURA DEL AFUERA
Según Michel Foucault, existe un pensamiento del adentro y un pensamiento del afuera. El primero, es el “mapa y la frontera del discurso”, donde el hombre se ubica en un mundo organizado por el lenguaje. El segundo, es el pensamiento en el que ese sujeto desaparece y ese lenguaje también. Son el arte simbólico y la imagen literaria. El pensamiento del afuera juega con sus límites; es tangencial; se mide en función a lo que escapa.
Pero... ¿Por qué razón llamé a la arquitectura de comienzos de siglo XXI, una “arquitectura del afuera”? Lejos de una intención de categorizar a las producciones dentro de un tipo de arquitectura, o constituirlas dentro de un determinado estilo, me interesa presentar esta denominación como una de las condiciones que se han manifestado en las últimas décadas.
La arquitectura, bien dije anteriormente, hace unos años ha incrementado sus puntos en común con la filosofía. Destacados profesionales de ambos campos han desarrollado proyectos en común, y han traspasado las propias barreras con intenciones que van más allá de la experimentación personal, y se adentran en temas más generales que atañen a las realidades de cada una de las disciplinas en el contexto actual. Entonces la literatura, la filosofía, la arquitectura, el arte, han vuelto a formar parte de un mismo organismo que oscila entre una tema y otro en pos de una reflexión profunda.
“(...) lugares sin lugar, umbrales atrayentes, espacios cerrados, prohibidos y sin embargo abiertos a los cuatro vientos, (...); habitaciones más largas que anchas, estrechas como un túnel, donde la distancia y la proximidad, —la proximidad del olvido, la distancia de la espera— se acortan y se ensanchan indefinidamente.”[6]
Estas características bien pueden ser aplicadas a esta arquitectura de principio de siglo. Es una arquitectura nómada que pierde su territorio constantemente. Una arquitectura que se ha transformado junto con la idea del espacio y tiempo. Aquí volvemos a lidiar con la cuestión de la caída del ideal de tiempo lineal. Al relacionarse el tiempo con el espacio en un todo continuo, el carácter absoluto de la realidad pasó a volverse relativo. Pero, en los últimos años, la influencia de los medios de comunicación y la red global informática, ha vuelto a esa unión tiempo-espacio una unión dinámica, interactiva, nómada y permeable. Este factor ha influido en las teorías de los pensadores nombrados anteriormente, y por ende, se ha visto también en las producciones arquitectónicas de comienzos de siglo XXI.
De esta manera, muchos estudios de arquitectura jóvenes han comenzado a realizar arquitectura experimental valiéndose de las nuevas herramientas informáticas y las conocidas herramientas conceptuales, y por otro lado, estudios con gran trayectoria han dado un vuelco importante en su producción. Tales son los casos de Peter Eisenman, Rafael Moneo, Rem Koolhaas, Daniel Libeskind, en los cuales este cambio es muy marcado y se trasluce no sólo en las nuevas formas de los edificios y textos, sino también en los programas desarrollados tanto en forma práctica como teórica.
El avance informático introdujo los valores de cambio, inestabilidad e interrelación de todos los componentes a la vez. El proceso generativo de diseño es ahora dinámico y gracias a la animación computada, se constituyó como un escenario virtual muy influyente en la experimentación proyectual. Junto a este fenómeno, las nuevas costumbres sociales han modificado los programas arquitectónicos, las tipologías y los caracteres urbanos en todas las escalas. El territorio comenzó a desligarse de los habitantes, y éstos últimos, a desterritorializarse de los espacios. La arquitectura de comienzos del siglo XXI es consciente de esta nueva condición del hombre como “eterno viajante”, por lo que ha desarrollado su labor experimental planteando nuevas topologías para un nuevo hombre.
A principios de siglo XX, concepto “territorio” seguía siendo considerado como en la época medieval, como un elemento externo al hombre, fijo y expectante de ser colonizado. La condición nómada era una situación estudiada en las civilizaciones más arcaicas, como un rasgo de inferioridad, de la cultura del “bárbaro”. Este concepto de territorio se ha replanteado en función estudios filosóficos y psicológicos, dando como resultado un nuevo planteamiento acerca de la teoría del habitar en relación a ese territorio que ya no busca albergarnos, sino internalizarse en nuestra conciencia por nuestra propia (in)voluntad. Este territorio es un territorio no necesariamente físico. Basta con una imagen. Basta con un sentimiento; con una red virtual; con un movimiento de territorialización y desterritorialización. Basta con la intención. Nosotros internalizamos los territorios, necesitamos hacerlos parte de nuestro universo hasta sentir que estamos asentados. Pero el movimiento de nuestras vidas, la heterogeneidad de esos espacios, hacen que estemos continuamente yendo y viniendo de territorio en territorio. Desterritorializándonos y territorializándonos. La búsqueda de afianzarse a un territorio es un deseo primario de poder, así como lo es la búsqueda de la libertad, el desprendimiento de las ataduras.
El cosmos está desordenado. Ya no existe el orden y la armonía universal. Las plazas, las autopistas, los subterráneos, se han convertido en territorios de nomadismo. Vivimos en una eterna transición. Hay quienes opinan que el espacio urbano debe ser reconquistado, como si éste fuese ese territorio estable posible de ser dominado fácilmente por el hombre. Ya no es así. El hombre necesita sentirse dueño de algo y encontrar partes de su identidad a través de esa pertenencia. Pero el Siglo XXI ha traído consigo un hombre que pretende estar en todas partes, informado de absolutamente todo lo que pasa, en contacto con todo a la vez. En este movimiento, este “eterno viajante” va afirmando nuevas identidades midiendo todas las cosas que percibe del mundo exterior, internalizándolas en su universo (in)personal a través del sistema nervioso y sobre todo, a través de su memoria.
Finalmente, podemos afirmar que estamos ante una cuestión que desborda los límites de la arquitectura misma. Nos encontramos frente a dos comienzos de siglos tan diferentes como el siglo XX y el XXI. A través de un análisis de los conceptos de historia y territorio, se despliega todo un mundo de diferencias que pasan siempre por la relación del mundo material de las formas con el mundo de las ideas en un movimiento continuo. En sólo un siglo, la historia perdió su carácter estático y referencial, y el territorio, perdió su lugar físico. Es sabido que no necesariamente las pérdidas traen consigo una involución.
La crítica arquitectónica no puede seguir acotándose y amparándose en la arquitectura misma. Debe salir, interactuar con la multiplicidad del mundo actual, relacionarse con las demás disciplinas y constituir un nuevo lenguaje del afuera que trabaje en los límites tratando así de enriquecerse.
“no ha aparecido en todo el mundo el más mínimo pensamiento, por complicado que haya sido, que no se haya hecho piedra en un edificio”[7]
Texto seleccionado para publicación. Encuentro de Historia Año 2003. Instituto de Arte Americano e Investigaciones Estéticas "Mario J. Buschiazzo". Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo. Universidad de Buenos Aires.
[1] - Jencks, C. – Baird, G.1975. “El Significado en Arquitectura”.Compilación de textos. (Madrid, H.Blume Ediciones.)
[2] - Hugo, Víctor: 1930. Nuestra Señora de Paris. (Barcelona, Sopena.)
[3] - Sant Elía, Antonio - Marinetti, Filippo: 1914. “Manifiesto Futurista”. En Conrado, Ulrico: 1973, “Programas y Manifiestos de la Arquitectura del Siglo XX”. (Barcelona, Editorial Lumen.)
[4] - Alison y Peter Smithson. Diciembre 1965. “El período heroico de la arquitectura moderna”, En Architectural Design” Vol. 35, Nº 12. (en Op.cit.1)
[5] - Klee, Paul.
[6] - Foucault, Michel: 1997. El Pensamiento del Afuera (Valencia, Pre-Textos). El texto del autor está dedicado a la literatura de Maurice Blanchot.
[7] Hugo, Víctor: 1930. Nuestra Señora de Paris. (Barcelona, Sopena).
2 comentarios:
Soy la autora del texto. Por un lado les quiero agradecer por incluirlo en su página pero por otro necesito aclarar a los lectores que las citas no han sido incluídas. El texto ha sido copiado y pegado sin las notas de pie de pagina. Agradecería las incluyan ya que no quiero poner en mi boca frases de otros autores; frases que he utilizado intencionalmente para que el material citado sea consultado, por ser vital para esta línea de pensamiento. El texto completo con notas puede ser bajado del sitio web www.antroposmoderno.com
Muchas gracias.
Una disculpa por este error, el texto ya ha sido corregido, te agradezco el comentario y la consideración.
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