Pierre y Jacques : Arquitectos
Érase una vez dos niños suizos nacidos el mismo año y que vivían a unas cuadras uno del otro. Aunque cuando se conocieron a los 7 años no hablaban el mismo idioma (Pierre hablaba francés y Jacques suizo), ambos eran muy buenos con el Lego y el Meccano.
Los niños se hicieron muy buenos amigos y acudieron a las mismas escuelas, aunque les iba mejor en distintas materias. Jacques era un artista queriendo ser biólogo y químico, mientras que Pierre siempre fue bueno para el dibujo y las matemáticas.
Estos dos chicos, con tantos nexos como diferencias, terminaron concluyendo que la arquitectura era lo suyo, crecieron y fundaron su estudio en 1978. Parece que no se equivocaron de carrera, porque poco más de 20 años después, Pierre Herzog y Jacques de Meuron ganaron el Pritzker, el mayor premio arquitectónico del planeta.
Herzog y de Meuron atrajeron por primera vez la atención mundial por haber convertido una vieja planta eléctrica en la afamada galería Tate Modern, de Londres. Desde entonces, no han dejado de estar en la palestra y su fama se ha incrementado por proyectos como la Allianz Arena, donde se inauguró el Mundial Alemania 2006 o el Estadio Olímpico de Beijing, donde arrancarán las Olimpiadas de 2008.
Así como ha habido temporadas Calatrava y temporadas Gehry en la arquitectura, esta parece ser la temporada Herzog & de Meuron, quienes para confirmarlo acaban de ser proclamados como ganadores de la Medalla de Oro del Real Instituto Arquitectos Británicos (RIBA) de 2007, uno de los más prestigiados premios del rubro.
La Medalla de Oro del RIBA se entrega como galardón a toda una vida de trabajo y es aprobada personalmente por la Reina Isabel II para ser entregada a un individuo o grupo cuya influencia en la arquitectura tenga un verdadero efecto internacional. El premio es por todo un cuerpo de obra, no por un solo edificio o para un arquitecto que esté actualmente de moda.
El galardón británico es quizá el más antiguo premio de arquitectura en el mundo, pues fue instituido por la reina Victoria en 1848. Entre sus más notables ganadores están Le Corbusier (1953), Sir Giles Gilbert Scott (1925), Frank Gehry (2000), el estudio Archigram (2002), Frei Otto (2005) y Toyo Ito (2006).
Al anunciar el premio, que será entregado en febrero del próximo año, Jack Pringle, presidente del RIBA, afirmó que la trayectoria de los arquitectos suizos “se ha movido sin dolor de ser un estudio experimental a una gran firma sin que su obra se haya diluido de ningún modo. Ellos reinventan todo en cada nuevo proyecto y lo hacen con gran vigor. Como maestros, su influencia en la arquitectura actual y futura es enorme”.
Cuando en 2001, la dupla de arquitectos suiza ganó el Premio Pritzker, el director ejecutivo del máximo galardón del ramo, Bill Lacy, dijo: “La arquitectura de Jacques Herzog y Pierre de Meuron combina el arte de una antigua profesión con la fresca aproximación a las capacidades técnicas del nuevo siglo. Ambos fincan sus raíces en la tradición europea y la unen con la tecnología actual en soluciones arquitectónicas de extraordinaria inventiva”.
Uno de los jurados del Pritzker en esa ocasión, Jorge Silvetti, señaló: “a lo largo del tiempo, su obra ha mantenido las cualidades que han estado asociadas con la mejor arquitectura suiza: precisión conceptual, claridad formal, economía de medios, prístino detallado y destreza”.
“Las fortalezas de Jacques son mi debilidades”, dijo en una ocasión Pierre de Meuron acerca de la relación con su socio, “y sus debilidades son mis fortalezas. Creo que soy definitivamente bueno en la parte media de un proyecto, mientras que Jacques tiende a brillar al comienzo y al final”.
En el dossier del Premio Pritzker 2001, Jacques Herzog da una explicación ilustrativa sobre su obra arquitectónica: “Andy Warhol es un artista del que todos conocemos. Es demasiado simple llamarlo artista Pop. El uso imágenes comunes del Pop para decir algo nuevo. Eso es exactamente en lo que estamos interesados: usar formas y materiales muy bien conocidos de forma que estén vivos otra vez”.
Y vaya que lo han hecho. El plástico denominado ETFE llevaba varios años usándose como techo de invernaderos. Herzog & de Meuron le dieron una dimensión insospechada al emplearlo para recubrir el Allianz Arena y permitirle al estadio futbolero ubicado en Munich literalmente “encenderse” con cada gol.
Igual han hecho con el aluminio, que recubre la expansión del Walker Art Center de Milwaukee, una de sus dos primeras obras en los Estados Unidos e inaugurada el año pasado. Con forma cúbica que evoca a un pedazo de hielo, su piel fue calificada por Newsweek como un elemento “tan ligero y sensual como la seda arrugada”.
Otro de los proyectos más recientemente inaugurados de la dupla suiza fue la nueva sede para el Museo de Young, en San Francisco, una fortaleza recubierta de cobre microperforado y que tiene un aire monumental y totémico, muy en sintonía con las colecciones dedicadas a la antropología de la institución californiana.
De los modestos y muy contenidos proyectos con los que iniciaron su andadura profesional hace casi 30 años, Herzog y de Meuron se han vuelto más extrovertidos y desinhibidos. Del minimalismo absoluto del trazo de la Fundación Schlauger, por ejemplo (un simple cubo con un juego de perspectivas en una de sus caras), brincaron al intrincado nido de dragón del Estadio Olímpico de Beijing.
Sumamente activos, en los últimos meses han ganado los titulares con la presentación de tres importantes proyectos: la expansión de la Tate Modern a través de una pirámide de cubos de cristal amontonados; la edificación de la Torre Roche, el mayor rascacielos de Basel, su ciudad natal y el Miami Art Museum, encargo que obtuvieron por invitación.
Aunque a veces criticados por cierta dosis de estética conservadora en sus edificios de hace unos pocos años, Herzog y de Meuron han adquirido evidentemente gestos más espectaculares en su arquitectura, cosa de ver su proyecto para la Elbphilharmonie, una nueva sala sinfónica para Hamburgo que luce como un híbrido de fábrica y barco de cristal.
No hay, empero, ruptura, sino consecuencia, como dice Jacques Herzog: “Un edificio es un edificio. No puede ser leído como un libro, no tiene créditos, subtítulos ni etiquetas como los cuadros en una galería. En ese sentido, nosotros somos absolutamente anti-representacionales. La fuerza de nuestros edificios es el inmediato y visceral impacto que tienen en los visitantes”.
Los niños se hicieron muy buenos amigos y acudieron a las mismas escuelas, aunque les iba mejor en distintas materias. Jacques era un artista queriendo ser biólogo y químico, mientras que Pierre siempre fue bueno para el dibujo y las matemáticas.
Estos dos chicos, con tantos nexos como diferencias, terminaron concluyendo que la arquitectura era lo suyo, crecieron y fundaron su estudio en 1978. Parece que no se equivocaron de carrera, porque poco más de 20 años después, Pierre Herzog y Jacques de Meuron ganaron el Pritzker, el mayor premio arquitectónico del planeta.
Herzog y de Meuron atrajeron por primera vez la atención mundial por haber convertido una vieja planta eléctrica en la afamada galería Tate Modern, de Londres. Desde entonces, no han dejado de estar en la palestra y su fama se ha incrementado por proyectos como la Allianz Arena, donde se inauguró el Mundial Alemania 2006 o el Estadio Olímpico de Beijing, donde arrancarán las Olimpiadas de 2008.
Así como ha habido temporadas Calatrava y temporadas Gehry en la arquitectura, esta parece ser la temporada Herzog & de Meuron, quienes para confirmarlo acaban de ser proclamados como ganadores de la Medalla de Oro del Real Instituto Arquitectos Británicos (RIBA) de 2007, uno de los más prestigiados premios del rubro.
La Medalla de Oro del RIBA se entrega como galardón a toda una vida de trabajo y es aprobada personalmente por la Reina Isabel II para ser entregada a un individuo o grupo cuya influencia en la arquitectura tenga un verdadero efecto internacional. El premio es por todo un cuerpo de obra, no por un solo edificio o para un arquitecto que esté actualmente de moda.
El galardón británico es quizá el más antiguo premio de arquitectura en el mundo, pues fue instituido por la reina Victoria en 1848. Entre sus más notables ganadores están Le Corbusier (1953), Sir Giles Gilbert Scott (1925), Frank Gehry (2000), el estudio Archigram (2002), Frei Otto (2005) y Toyo Ito (2006).
Al anunciar el premio, que será entregado en febrero del próximo año, Jack Pringle, presidente del RIBA, afirmó que la trayectoria de los arquitectos suizos “se ha movido sin dolor de ser un estudio experimental a una gran firma sin que su obra se haya diluido de ningún modo. Ellos reinventan todo en cada nuevo proyecto y lo hacen con gran vigor. Como maestros, su influencia en la arquitectura actual y futura es enorme”.
Cuando en 2001, la dupla de arquitectos suiza ganó el Premio Pritzker, el director ejecutivo del máximo galardón del ramo, Bill Lacy, dijo: “La arquitectura de Jacques Herzog y Pierre de Meuron combina el arte de una antigua profesión con la fresca aproximación a las capacidades técnicas del nuevo siglo. Ambos fincan sus raíces en la tradición europea y la unen con la tecnología actual en soluciones arquitectónicas de extraordinaria inventiva”.
Uno de los jurados del Pritzker en esa ocasión, Jorge Silvetti, señaló: “a lo largo del tiempo, su obra ha mantenido las cualidades que han estado asociadas con la mejor arquitectura suiza: precisión conceptual, claridad formal, economía de medios, prístino detallado y destreza”.
“Las fortalezas de Jacques son mi debilidades”, dijo en una ocasión Pierre de Meuron acerca de la relación con su socio, “y sus debilidades son mis fortalezas. Creo que soy definitivamente bueno en la parte media de un proyecto, mientras que Jacques tiende a brillar al comienzo y al final”.
En el dossier del Premio Pritzker 2001, Jacques Herzog da una explicación ilustrativa sobre su obra arquitectónica: “Andy Warhol es un artista del que todos conocemos. Es demasiado simple llamarlo artista Pop. El uso imágenes comunes del Pop para decir algo nuevo. Eso es exactamente en lo que estamos interesados: usar formas y materiales muy bien conocidos de forma que estén vivos otra vez”.
Y vaya que lo han hecho. El plástico denominado ETFE llevaba varios años usándose como techo de invernaderos. Herzog & de Meuron le dieron una dimensión insospechada al emplearlo para recubrir el Allianz Arena y permitirle al estadio futbolero ubicado en Munich literalmente “encenderse” con cada gol.
Igual han hecho con el aluminio, que recubre la expansión del Walker Art Center de Milwaukee, una de sus dos primeras obras en los Estados Unidos e inaugurada el año pasado. Con forma cúbica que evoca a un pedazo de hielo, su piel fue calificada por Newsweek como un elemento “tan ligero y sensual como la seda arrugada”.
Otro de los proyectos más recientemente inaugurados de la dupla suiza fue la nueva sede para el Museo de Young, en San Francisco, una fortaleza recubierta de cobre microperforado y que tiene un aire monumental y totémico, muy en sintonía con las colecciones dedicadas a la antropología de la institución californiana.
De los modestos y muy contenidos proyectos con los que iniciaron su andadura profesional hace casi 30 años, Herzog y de Meuron se han vuelto más extrovertidos y desinhibidos. Del minimalismo absoluto del trazo de la Fundación Schlauger, por ejemplo (un simple cubo con un juego de perspectivas en una de sus caras), brincaron al intrincado nido de dragón del Estadio Olímpico de Beijing.
Sumamente activos, en los últimos meses han ganado los titulares con la presentación de tres importantes proyectos: la expansión de la Tate Modern a través de una pirámide de cubos de cristal amontonados; la edificación de la Torre Roche, el mayor rascacielos de Basel, su ciudad natal y el Miami Art Museum, encargo que obtuvieron por invitación.
Aunque a veces criticados por cierta dosis de estética conservadora en sus edificios de hace unos pocos años, Herzog y de Meuron han adquirido evidentemente gestos más espectaculares en su arquitectura, cosa de ver su proyecto para la Elbphilharmonie, una nueva sala sinfónica para Hamburgo que luce como un híbrido de fábrica y barco de cristal.
No hay, empero, ruptura, sino consecuencia, como dice Jacques Herzog: “Un edificio es un edificio. No puede ser leído como un libro, no tiene créditos, subtítulos ni etiquetas como los cuadros en una galería. En ese sentido, nosotros somos absolutamente anti-representacionales. La fuerza de nuestros edificios es el inmediato y visceral impacto que tienen en los visitantes”.
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